El fantasma del fascismo recorre a México. La incapacidad de las élites mexicanas para enfrentar el proyecto del actual gobierno a favor de una justicia y economía social para disminuir las desigualdades en nuestro país, está llevando a unos a asumir posiciones fascistoides y a otros a caminar abiertamente en esa dirección. Recientemente el líder la oposición al gobierno, Claudio X González, elaboró un tuit en donde dice tomar nota de todos aquellos que, por acción u omisión, alentaron las acciones y hechos del actual gobierno y lastimaron a México y agrega que no se olvida a los que alentaron el autoritarismo populista. Sólo imaginemos cuando recuperen el gobierno lo que puede suceder. En el mismo sentido un sector del PAN, herederos del Yunque y de la guerra Cristera, establecieron alianzas con la española Vox descendiente del franquismo, quienes se auto postulan como contrarios al Foro de San Pablo, del comunismo y buscan no sólo alternativas electorales, sino generacionales. El ascenso de las derechas y ultraderechas que ganan espacios en Europa, los Estados Unidos, América Latina y México, es ya un rasgo distintivo del mundo actual.
Estos grupos supieron disfrazar su parte mas violenta, cambiando de imagen al abanderar la defensa de los sectores populares y de un ideal de nación, pero no pudieron hacer a un lado de su perfil autoritario al ver al otro como el causante de la crisis económica y social. Consideran al indígena, al inmigrante, al pobre como menores de edad y critican a los luchadores por la igualdad de género, a las feministas, a los pro aborto, a los matrimonios homosexuales y a la pluralidad sexual. Con la utilización intensiva de los medios tradicionales y electrónicos y de campañas publicitarias, han podido diluir su lenguaje, sin embargo, ante el empuje del proyecto de AMLO han tenido que plantearse la necesidad de quitarse las mascarillas y salir abiertamente sin ocultar sus posiciones autoritarias. Tradicionalmente, para el fascismo los enemigos identificados eran el comunismo y el movimiento obrero. Hoy, estos no han sido reemplazados, pero si complementados por la amenaza progresista morenista-populista encabezada por AMLO.
Ahora bien, Enzo Traverso uno de los principales historiadores del fenómeno se pregunta si tiene sentido hablar de fascismo en el siglo XXI. En uno de sus tantos libros “Las nuevas caras del fascismo” asegura que en realidad hay un post-fascismo, donde la derechas y ultraderechas tienden a desafiar a los poderes establecidos de una manera diferente al fascismo histórico, por tanto, este concepto resulta inapropiado para comprender la realidad actual. En el mundo entreguerras hubo un ascenso de las derechas que obedeció la ausencia de un orden internacional y a oleadas de crisis económicas que alimentó el racismo, la xenofobia y la demanda de poderes autoritarios. De igual manera, después del colapso del comunismo y de la adopción del neoliberalismo por los partidos y los sindicatos, los movimientos de derecha se convirtieron en una fuerza influyente. Hoy en día, se articulan con el fin de la guerra fría y del mundo unipolar y con la frustración individual o social. En pocas palabras, el post-fascismo es la articulación del fascismo histórico con la crisis de hegemonía del neoliberalismo.
Traverso piensa el post-fascismo desde la perspectiva europea que ve al trumpismo en EE.UU. o a gobiernos europeos donde la ultraderecha tomó el poder o como el caso de Bolsonaro en Brasil. En esa perspectiva, considera que una de las causas de su avance se debe al retiro de la izquierda que se inclinó hacia el neoliberalismo o por la ausencia de propuestas. Traverso coincide con varios analistas en el sentido de que los diferentes fenómenos mundiales tienen como tendencia general desafiar a los poderes neoliberales establecidos y, por tanto, a la globalización. Es claro que esta visión no alcanza para entender el caso mexicano, pues, aunque a algunos no les guste o no coincidan, la izquierda tomó el gobierno en México, por tanto, el objetivo de la derecha es sacarlo del poder, como fue el caso del empresario Gilberto Lozano de FRENA, la marcha del 5 de mayo de 2019 con las firmas de Fox y Calderón o la campaña de las elecciones del 2021. A esto en Argentina lo han llamado la “lógica destituyente” y en México la marcha del 2019 fue calificada como “la marcha de la destitución presidencial”.
Por ello, es conveniente buscar otra visión. Alain Badiou, el filósofo francés, se pregunta cómo es posible que sucedan este tipo de cosas en el mundo de hoy, a lo que responde con una frase lapidaria, por el ascenso y victoria del capitalismo global. Durante siglos la humanidad tuvo dos alternativas, uno, el camino del liberalismo con la propiedad privada como eje de la organización social y su consecuente desigualdad. Por otro lado, el camino del socialismo, del comunismo, con la finalidad de acabar con las desigualdades humanas. Después de los años 80 esta dualidad por la cual había que optar desapareció ante la posición política encabezada por los EE.UU. y Gran Bretaña de no considerar otra opción más que la del liberalismo, ahora llamado neoliberalismo. No hay alternativa nos dijo Margaret Thatcher y se impuso a la humanidad el que no hay otro camino para los seres humanos. Para Alain Badiou es una convicción primitiva el pensar que el capitalismo globalizado y sus desigualdades es el único camino para la humanidad. Además, el predominio del sector financiero en el neoliberalismo, está llevando a una pérdida progresiva de su control, lo que está originando un nuevo fascismo que llama democrático porque está dentro de la constitución democrática pero que no podemos dejar de llamarlo fascismo. Esto se debe, según Badiou, a cuatro puntos: la dominación estratégica y general del capitalismo globalizado, la descomposición de la oligarquía política clásica, la desorientación y frustración popular, y la falta de otro camino estratégico.
El presidente López Obrador en la búsqueda del otro camino, ha dedicado mucho tiempo para golpetear a la ultra derecha y sus expresiones partidistas y burguesas llamándolos conservadores, una expresión que considera más accesible para todos. Ha dedicado tiempo porque hay que tomarlos en cuenta, ya que no es sólo un movimiento nacional mexicano o está limitado a algunos países. El fenómeno actual solo se comprende porque es global. Bien podemos hablar de que hay una red global de ultraderechas todavía no homogénea, pero que está bien armada con centros de pensamiento, financiamiento amplio, asociaciones, universidades, medios de comunicación, publicaciones y que comparten experiencias —en ese contexto habrá que entender la diatriba del presidente contra la UNAM, donde le censura su inclinación neoliberal. Como se vio el partido Vox español y cuatro partidos de ultraderecha europea están adoctrinando mexicanos y junto con el Proyect Veritas de EE.UU. están interesados en consolidar su red internacional en México y América Latina. Además, el post-fascismo, con el apoyo de las embajadas de EE.UU. y la CIA, se está organizando en América Latina para impedir la consolidación de movimientos y gobiernos progresistas. Parece que son por la principal preocupación por ahora el proyecto del presidente López Obrador, la reelección del presidente Bolsonaro en Brasil y el apoyo al derechista José Antonio Kast en Chile.
La experiencia latinoamericana después de la derrota del progresismo nos enseña que el post-fascismo extrae su vitalidad de la crisis económica, de la inseguridad que trajo la pandemia del Covid-19, del aumento de las desigualdades, del agotamiento de los partidos y sindicatos que ha propiciado el retiro de las urnas de gran parte de la sociedad. Por ello, vemos a los diferentes medios de comunicación mexicanos, prensa, radio, televisión y redes sociales que buscan incentivar esta desesperanza, alimentando el sueño con volver a la seguridad de un tiempo perdido que recuerdan mejor. Sin embargo, lejos de presentarse como revolucionarios lo hacen con mensajes conservadores y reaccionarios. Hay que reconocer que son eficaces en el uso de los medios y técnicas de comunicación. En ese sentido hay que recordar a Wilhelm Reich que aseguró que el fascismo es en realidad un movimiento de la clase media. Esta clase fue la que emergió en las votaciones de la CDMX gracias al buen uso de los medios para crear frustración, asustando con el fantasma del populismo y su mal gobierno.
Esta política de activar los sectores medios a su favor responde a la coyuntura actual del capital centralizado y globalizado, para desplazar a todos aquellos que bloquean su expansión. Walter Benjamin nos decía que si observamos la tradición de los oprimidos aprendemos que el estado de excepción en que nos mantiene el capital es la regla. Foucault nos habla del deseo de las masas, el cual el capital ha sabido movilizar y utilizar logrando que interioricemos el desear a quienes nos dominan y explotan. Pero llega un momento en que esto entra en crisis porque están empeñados en que sólo el pensamiento neoliberal es el bueno, en que la democracia real es la que ellos practican entre sus iguales y la del otro, la del desposeído, la de los desiguales no existe y cuando éstos alzan la voz, aunque sea ejerciendo el voto, no dudan en sacar su perfil autoritario en defensa de la clase dominante.
Ante la derrota del 2018 la derecha y la ultraderecha se han tenido que refugiar en las redes de la sociedad civil que crearon y fortalecieron durante varios años, estas son, las clases medias ilustradas, particularmente Asociaciones civiles, académicas y Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s) de inclinación neoliberal, los Organismos Constitucionales Autónomos (OCA´s), —todos vinculados al poder político y económico— la politización de la justicia y claro está en sus medios de comunicación afines, que son muchos. Pero no se han quedado ahí, pues Vamos con México, han convertido al PRI, PRD y PAN en su brazo político, portavoces, articuladores de la critica a López Obrador y defensores del neoliberalismo. Un caso relevante es que el IMCO se convirtió en la cabeza del periódico Reforma para usarlo como punto de ataque para la destitución presidencial. Es el único camino que les queda, que no es poco, para recuperar el gobierno y recobrar el poder que antes habían tenido hasta antes del 2018.
Así pues, el post-fascismo democrático mexicano desprecia la diversidad, los derechos de las mayorías, la cultura popular y no tienen empatía con los débiles y deamparados. Tambien se alimentan de la frustación de las clases medias que caen en sus estándares de vida, pero más que nada busca sacar a un gobierno que va en sentido contario de sus intereses económiocos y políticos. Hoy la oposición a López Obrador es un fenómeno heterogéneo, sin embargo sería ingenuo pensar que no existe o que no está buscando organizarse para hacer una mayoría electoral para volver a ganar el gobierno del Estado, recobrar su dominio clasista e influir en el diseño de políticas públicas para la conservación de sus privilegios, la maximización de ganancias, la propagación de su ideología y mantenerse dentro de la estrategia del capitalismo globalizado como único camino sin importar las desigualdades.
Salirse de la determinación global y de su dependencia no es fácil para un presidente que solo ganó el gobierno y no el poder, pero tenemos que ponerle un alto a la globalización neoliberal porque está lejos de proporcionar la prosperidad prometida. La gobernanza global está en crisis porque la oligarquía política de hoy en el mundo occidental está perdiendo progresivamente el control de la maquinaria capitalista y no hay fuerzas potencialmente estabilizadoras. El capitalismo sin oponentes como lo ha logrado el neoliberalismo, se hecho más capitalista de lo que le conviene. Gestionar un capitalismo más liberal con el Estado a su servicio y sin cambiar las grandes desigualdades existentes como pretenden las derechas radicales en México, no es el camino que debemos seguir, pero debemos construir un camino estratégico que evite el fortalecimiento de la ultra-derecha.
Eduardo Torres Arroyo – @etarroyo