Por Israel Quiñones
Está semana tuvo lugar un evento histórico en lo relacionado al mundo del trabajo y, por ende, al movimiento social de nuestro país. El estallamiento de la huelga en Telmex removió una serie de situaciones que abarcan desde la política, la economía y la percepción social de la lucha de clases; fue inevitable el ver al Sindicato de Telefonistas enfrentando al capital más poderoso de América Latina y a uno de los más grandes del continente. La clase trabajadora organizada demostró que la utilización de la herramienta de huelga sigue siendo efectiva y que el sindicalismo continúa siendo la manera más eficiente para defender los derechos laborales de las y los trabajadores.
Al estar siendo testigo y participe, no se puede evitar ese sentimiento extraño de las movilizaciones del pasado, hace 37 años que los telefonistas no hacían uso de esta herramienta de lucha y pareciera que los fantasmas de los antiguos huelguistas estuvieron presentes, atentos, alentando las arengas y sumándose al estallamiento de la huelga para la defensa de los derechos laborales plasmados en el Contrato Colectivo de Trabajo y, en cierto modo esta gran movilización de tamaño nacional abrió los ojos de los trabajadores oprimidos y presionados por la pandemia, por la inflación, por la guerra, por el neoliberalismo y el feudalismo digital.
Esta huelga duró 28 horas, mismas que los trabajadores afrontaron con gallardía, con valentía. Podrán existir criticas alrededor de las razones y el levantamiento de este estallamiento, que por algunos medios fue manejado como “paro” o, señalaban el que seguía habiendo servicio telefónico y de internet, sin embargo estos señalamientos fueron hechos desde la ignorancia de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión o simplemente fueron malas intenciones para tratar de desinformar en medio del movimiento, además de pasar por alto la decisión de los trabajadores sobre la defensa de sus derechos y la democracia que impera en las consultas realizadas por medio del voto personal, libre, directo y secreto emitido por la base, tanto para estallar la huelga, como para levantarla al alcanzar acuerdos a favor de los intereses de las y los telefonistas.
La mediación de la Secretaria del Trabajo y Previsión Social fue efectiva para alcanzar un acuerdo para la instalación de una mesa técnica tripartita que como resultado tenga una solución definitiva para las partes, con la que se mantenga la viabilidad económica, operativa y financiera de la empresa con el respeto irrestricto al Contrato Colectivo de Trabajo que ostenta el Sindicato de Telefonistas, de modo que, las partes logren reconstruir una relación obrero patronal eficiente y respetuosa.
Además, salieron a la luz de manera contundente argumentos que el STRM ha venido planteando desde 2017 acerca de la regulación del sector de las telecomunicaciones. Los modos ineficientes en que el regulador mexicano ha impuesto medidas asimétricas en una afectación continúa a la inversión para el despliegue y crecimiento de nueva infraestructura, para cumplir con la conectividad universal, asimismo de la forma en que la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión ha quedado como letra muerta ante los retos que el mundo ha comenzado a enfrentar para llevar la digitalización y conectividad a sus habitantes, pero que en el país se ha quedado entrampado para solventar las ganancias de las empresas en las manchas urbanas, dejando en el olvido a más de 35 millones de ciudadanos que habitan zonas alejadas en el México profundo, dejando claro que el mercado no resuelve las demandas sociales básicas.
Por otro lado, pero en la misma lógica la huelga de los telefonistas ha abierto los ojos a millones de trabajadores. Sí el STRM ha podido enfrentar al gigante de las telecomunicaciones, ¿por qué los trabajadores del país no se organizan para enfrentar a sus patrones y tener mejores condiciones de trabajo? Esto deja al descubierto que, si un sindicato es democrático e independiente, puede afrontar lo que sea y a quien sea a favor de los derechos de la clase trabajadora, además de mostrar a los ojos de la opinión pública que la lucha de clases está vigente y debe enfrentarse y ganarse por el bien del país.
Si hay guerra los primeros afectados son los trabajadores, si hay crisis económica los primeros afectados son los trabajadores, si los empresarios fracasan en sus proyectos y son rescatados por los estados, los únicos afectados son los trabajadores; estamos en medio de un momento histórico, donde el mundo está tomando caminos extraños. El cambio climático hace estragos en los ciclos hídricos, la escasez de alimentos y productos básicos se hace realidad y la inflación muestra sus colmillos más filosos al poder adquisitivo de las clases populares. La organización es fundamental para enfrentar estas realidades provocadas por los grandes capitales y que quieren someter a la población por medio de los organismos e instituciones mundiales como el Foro de Davos o el Fondo Monetario Internacional con políticas económicas neoliberales y excluyentes.
La clase trabajadora progresista debe tomar decisiones importantes que trasciendan más allá de las fronteras de su vida interna. El Gobierno debe de atender y caminar a lado de la clase trabajadora y campesina, de modo que, las políticas laborales y económicas retomen ideas de colectividad. La influencia del empresariado debe de limitarse y abrirle más espacios a las clases populares, pues de esto es lo que la izquierda progresista se ha alimentado y crecido, la congruencia será fundamental en los próximos días.
El acuerdo que los telefonistas hicieron con la STPS como mediadora y con Telmex como contraparte, tiene una vigencia de 20 días hábiles para su resolución, hay que estar atentos e impulsar el escrutinio público en esta importante y trascendente negociación que, sin duda alguna, marcará a la 4T en su política laboral, sindical y patronal.