El 36% de las personas trabajadoras ha identificado que vive con el síndrome de burnout. Una fuerza laboral quemada conduce a un mercado laboral ineficiente y altamente costoso, advierte en entrevista Bettina Schaller.
Una deteriorada salud mental, jornadas inacabables con descansos insuficientes, falta de flexibilidad, rotación laboral por la decepción del lugar de trabajo. Es como un pastel de crisis, una capa sobre otra, la analogía es de Bettina Schaller, presidenta de la Confederación Mundial del Empleo (WEC, por sus siglas en inglés).
Tras apaciguarse la covid-19, quedan estos otros problemas exacerbados por la pandemia y que urge afrontar. “Yo me sentí en shock cuando vi cuántos días de vacaciones tienen en México”, dice en entrevista. Y quienes vivimos en este país quizá sentimos lo mismo cuando nos enteramos que en otros tienen 30 días de inicio, mientras acá contamos con apenas seis.
Un lapso tan corto de vacaciones “es un problema para la competitividad del país”, pero también para las empresas, subraya. “Un mercado laboral ineficiente es increíblemente costoso. Las ineficacias llevan a pérdidas económicas y ahora nos tenemos que enfocar en lo humano”.
La mala gestión del tiempo de trabajo que establecen las organizaciones cobra facturas, advierte Schaller, quien también está a cargo de Asuntos Públicos de Grupo Adecco. Y cuando habla del tiempo de trabajo se refiere al periodo vacacional, pero también a la jornada diaria de ocho horas y a la semana laboral de cinco o seis días y medio, instaurada hace más de 100 años, cuando el mundo era muy diferente.
Pero volviendo a las vacaciones, pronto el pleno del Senado discutirá su ampliación. En las negociaciones con la iniciativa privada, lideradas por la legisladora Patricia Mercado (MC), el acuerdo fue aumentarlas a 12 días cumpliendo el primer año de trabajo, para llegar a 20 días de manera paulatina en los siguientes cinco años. No fue fácil, pues la patronal se oponía.
Es un tema empresarial, expresa la politóloga, las compañías deben “cambiar de mentalidad, abrir los chakras” y ceder a más días. “Pero, por supuesto, también es un tema eminentemente político. El país y el gobierno tienen que cuestionarse esta situación, y es que las diferencias son inmensas con otras naciones”.
Las vacaciones y el tiempo de descanso, en general, “hay que subirlo a la agenda como uno de los puntos más importantes”. Mantener un mercado laboral sano no es solamente por la economía, sino por las personas, detalla. “Estamos en un país donde el sistema del empleo está politizado, o sea, cambia cada vez que hay elecciones y eso es inaceptable”.
Salud mental en el trabajo sin prejuicios
A nivel global, casi el 36% de las personas trabajadoras ha padecido alguna forma de burnout y en Latinoamérica el 24% dice que su bienestar ha empeorado en los últimos 12 meses, explica Bettina Schaller, citando los resultados del informe Fuerza laboral mundial del futuro: Desentrañando el enigma del talento, de Adecco. “Son cifras muy, muy alarmantes”.
Después del desgaste que nos dejó la pandemia en muchos ámbitos de nuestras vidas, “es absolutamente claro que la salud mental debe ser el punto de partida”, apunta. Durante años parecía que con ocuparse medianamente de la salud física del personal las empresas cumplían con su responsabilidad, pero “el gran tema es la salud mental”.
Las organizaciones tenemos que tomar esto muy en serio. Ya no pueden pensar que es un problema individual. No, no lo es. Las empresas tienen que crear programas para apoyar a su gente y estar muy conscientes de que la salud mental es fundamental”.
Para muchas personas, incluso para las propias afectadas, es un tema nuevo o del que poco sea habla y está revestido de vergüenza, pero no debe ser así, afirma. Las compañías tienen que aprender a manejarlo sin juzgarlo, si no saben cómo hacerlo acérquense a especialistas, recomienda.
Y sí, cuesta dinero, “pero debe haber un cambio también en la mentalidad, las organizaciones y empresas tienen que entender que hay que ponerle fondos. Ahora sabemos que si invierten en su gente, van a tener éxito”.
Sí se pudo, ya lo vimos
Los retos son amplios, pero hay que asumir riesgos. Por ejemplo, expone, aunque la semana laboral de cuatro días sigue siendo una idea descabellada en México y en la mayor parte del mundo, algunos países como Bélgica ya han empezado a hacer pruebas, “aunque la fórmula es que se trabajen todavía el mismo número de horas a la semana” en menos días.
Poco a poco irá avanzando esa transformación. “El hecho es que, volvemos a lo mismo, la flexibilidad en el mundo laboral será un criterio de competitividad cada vez más importante para un país, y para las empresas”.
Elegir entre la productividad y el bienestar de las personas trabajadoras es un falso dilema. “Pensamos que ambos pueden y deben ser considerados, la protección del trabajador es clave”, si llega a un punto de padecer burnout, afectará la producción, puntualiza.
Es por eso que el Parlamento Europeo le ha dado gran importancia al derecho a desconectarse, “porque hay que proteger a la gente fuera de su horario también. Hay empresas que han aplicado tecnología para evitar que salgan correos electrónicos después de ciertas horas o que no haya acceso”.
Y si se sigue pensando que no se pueden crear políticas públicas y empresariales, basta con mirar atrás, y no tan lejos, a los últimos dos años. “En la pandemia se vivió una revolución, jamás antes se habían visto tantas intervenciones en los mercados laborales. O dicho de otra manera, hasta entonces se decía que muchas medidas eran imposibles de aplicar, como el apoyo a trabajadores o empresas y, de repente, sí que eran posibles”.
Ahora la pregunta es “¿qué tan elásticas pueden ser esas medidas?”.
CON INFORMACIÓN VÍA EL ECONOMISTA