Por Israel Quiñones
Las condiciones que actualmente prevalecen en nuestro país son diversas, ciertamente se ha encontrado la capacidad de mantener una estabilidad económica ante la crisis que está atacando al mundo. Por un lado, tenemos el conflicto bélico en Eurasia derivado de la invasión de Rusia a Ucrania, además, la postpandemia ha provocado una lenta recuperación de los mercados, especialmente del laboral.
Por otro lado, tenemos la polarización política que inunda las pantallas de los ordenadores, dispositivos móviles, televisiones y motivo por el que se han derramado varios litros de tinta en los diarios nacionales. Los medios de comunicación son relatores del enfrentamiento político vigente entre el Gobierno de México y la oposición que intenta ser una opción electoral por medio de acciones de movilización como la que se realizaron este pasado 13 de noviembre.
Curiosamente no existió una representación de la clase trabajadora en la movilización del pasado domingo, pero sí estuvo la cúpula empresarial presente. Tampoco se tomó en cuenta a los trabajadores del Instituto Nacional Electoral (INE), por el contrario, el sitio de noticias sinembargo.mx captó el momento en que una trabajadora de este instituto reclamaba a una exconsejera electoral y hoy diputada federal, que los bajos salarios de los capacitadores electorales no pueden compararse con lo que ganan los consejeros del INE.
Por un lado, es bueno que las expresiones políticas ejerzan sus derechos democráticos y salgan a las calles para mostrar su inconformidad con el actual gobierno; sin embargo, el fondo del asunto se resume en mostrar el músculo con el que cuenta la oposición, pero en lo que se debe tener cuidado, pues no todos los asistentes simpatizan con los partidos opositores al presidente, sino que no están de lado del presidente y entonces, somos testigos de un modelo similar a lo que ocurrió en las elecciones intermedias en Estados Unidos y no es que, los votantes estén de lado de Biden, sino que votaron contra Trump.
Ciertamente el gobierno encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, tiene diversos compromisos que no han sido completados, tal como ha ocurrido con el caso Ayotzinapa, pero obviamente el domingo ese tema no se tocó, de hecho, al ser testigo de la marcha a la altura de la calle Río Neva en su cruce con la Avenida Reforma, donde se encuentra el campamento a favor de los 43 normalistas, las miradas curiosas, pero desdeñosas volteaban a ver los rostros de los normalistas desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 con extrañeza y desconocimiento.
Posiblemente, las condiciones sociales actuales tengan distintas ponderaciones para los distintos sectores. Lo que vimos el domingo es muestra de que los representantes del poder económico tienen en su agenda prioridades muy bien definidas, mientras que las organizaciones sociales y sindicales tienen distintas metas y tareas para ejecutar, por ello pienso que no hubo una representación del sector obrero el domingo pasado, además de que la clase trabajadora ya dio mucho por la patronal y esta no ha sido reciproca con los derechos laborales.
Por su parte, el presidente ha marcado claramente sus prioridades. Ha mostrado que los programas sociales de su gobierno son lo que más importa. Sin duda estos programas han logrado apoyar a millones de mexicanos, ya sea en el campo y en la ciudad, a los que estudian y trabajan y a los que no también con programas como jóvenes construyendo el futuro, pero sobre todo ha sido permanente con el apoyo a adultos mayores, sin embargo, la clase empresarial más potente del país (que por cierto no se presentó a la marcha) tienen abiertas las puertas de palacio nacional.
Las problemáticas que envuelven al país son muchas y muy diversas. El incremento de la violencia, feminicidios en los que las autoridades revictimizan a las víctimas, los muchos desaparecidos y las agresiones contra sus familiares que los buscan, la falta de contundencia en el sistema judicial y en la fiscalía general, las brechas de desigualdad, pero nada de lo anterior surgió durante la gestión de este gobierno, ciertamente, pero las soluciones se han tardado en llegar, por lo que sectores sociales han intensificado sus movilizaciones y luchas, tal y como ha sido el caso del comité de padres y madres de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa.
Francamente, las condiciones políticas se encuentran en un estado de polarización derivado de la lucha por el poder. La clara confrontación de proyectos políticos (no así de nación) se ha intensificado aceleradamente ante los procesos electorales del año entrante y lo que posiblemente veremos rumbo a la elección presidencial de 2024, por lo que seguramente este ambiente belicoso se intensificará de manera natural.
Aún hay tiempo de salvaguardar las coyunturas para mejorar las condiciones sociales en nuestro país. La realidad es que la marcha del domingo no muestra nada más allá del músculo opositor en la Ciudad de México y que quizá, la Jefa de Gobierno de la capital deberá tomarlo muy en cuenta de cara a su aspiración presidencial. Lo que realmente debe importarnos es el aprovechar al gobierno que aún tenemos, tenemos que promover la lucha social desde la unidad de un movimiento obrero que no pretende más que mejorar las condiciones laborales y de vida, así como establecer de forma contundente el modelo de democracia sindical promovido en la Reforma Laboral de 2019.
Las causas verdaderamente urgentes no fueron emplazadas por los manifestantes del pasado domingo, la lucha por el poder es lo único importante en su proceder.