La sucesión presidencial vista en la historia

Por Eduardo Torres Arroyo – @etarroyo

El mundo avanza lentamente hacia un cambio multipolar. Nuestro vecino país del norte está pasando por un momento muy complicado pues cada vez se aprecia más una caída en su poder hegemónico y en esta caída está buscando mantener a la región de América Latina como su patio trasero y principalmente en la frontera con México busca una nueva relación para relocalizar sus industrias que abandonan china y para reciclar su proyecto de utilización de mano de obra barata. Mientras, en México, nos acercamos rápidamente a la sucesión presidencial, donde esta situación mundial será muy importante a la hora de decidir por quién votar.

En el mundo hay una veneración por las sucesiones en los gobiernos, ya que en quien recaiga la responsabilidad de dirigir un país acumula un poder que lo hace ver con un don que puede cambiar las cosas. Dicha visión ha sido impuesta por los grupos de poder pues personaliza el poder que les fue otorgado en el voto y les permite manejarse según sus intereses. México no es la excepción, al que hemos llamado presidencialismo donde el presidente tiene amplios poderes limitados por la Constitución y algunos otros metaconstitucionales. Por ello, cuando hablamos de sucesión presidencial se abre una amplia discusión política y social. Es interesante que revisemos en la historia este proceso de sucesión, para tener elementos de análisis que nos permitan avanzar más fácilmente.

Como un reflejo de la política a la mexicana, en nuestro país desde los años 40 supimos que el proceso selectivo tenía dos etapas una oculta y otra pública. Nunca supimos cuando iniciaba la primera etapa, la cual fue calificada coloquialmente como tapadismo, la que transcurría en el silencio y la oscuridad pública. El tapado es un concepto que surge del pueblo y que fue adoptado posteriormente por los estudiosos como elemento de reflexión. A esta etapa yo le he llamado la verdadera democracia priísta, pues sucedía en el marco de una amplia y profunda discusión política, pero sólo dentro de la llamada familia revolucionaria y de los grupos de poder económico y político. Hay que reconocer que esta forma particular mexicana contribuyó para mantener el poder y para que hubiera paz social y desarrollo económico durante varios decenios. Cuando se abre la segunda etapa, la pública, cuando sale el “ungido” producto de diversas deliberaciones internas, se produce la llamada “cargada” y un cierre de filas tal que impide ver el golpeteo político que le antecedió. En estas deliberaciones se incluyen, desde luego, la del presidente en turno, quien tiene que cerciorarse que el elegido no sea rechazado.

Los mexicanos no dedicados a la política sostuvieron la creencia de que el presidente saliente escogía a su heredero, dado que no conocía los pormenores de la parte oculta del proceso selectivo. Hay estudiosos que reafirman esa creencia al afirmar que el peso del poder ejecutivo y su habilidad para manejar los hilos del poder son determinantes a la hora de establecer al sucesor, por lo que aseveran que la selección del candidato sucede dentro de la cabeza del presidente en turno. De cualquier manera, se revela la existencia de un proceso de discusión política donde el presidente participa activamente para guardar los equilibrios políticos, para asegurar la disciplina posterior al destape, que su autoridad no fuera puesta en cuestión y sobre todo la continuidad del proyecto revolucionario. Una vez dejado el poder el nuevo poder ponía límites estrictos a proceder del viejo poder.

Visto así, desde el proceso electoral, entonces podemos hablar de hay un sistema político que se formó acorde a las necesidades históricas de la nación, de un sistema único en el mundo que se transforma a partir del cardenismo. Un sistema que deja atrás el personalismo, paternalismo y caudillismo posterior al triunfo de la Revolución Mexicana de 1910, para ubicarse en un sistema de organizaciones y de grupos de poder, que de alguna manera se llamó corporativismo, lo que nos lleva a decir que el poder del presidente no es omnímodo, dado que está limitado y condicionado por éstos, o, dicho de otra manera, tiene que negociar y buscar consensos, cosa que no sucede de manera abierta hasta que es conocida a través de las filtraciones políticas a los columnistas y líderes de opinión, las cuales terminan teniendo todas las condiciones de manipulación mediática que Chomsky ha descrito.

En el actual gobierno este proceso oculto de la política mexicana se puede ver ahora con claridad, gracias a la abierta exposición de los conflictos internos expuestos en las mañaneras, lo cual es uno de sus triunfos más importantes. Lo mismo quiere hacer en el sistema sucesorio e intenta dejar atrás este de dos etapas y dejar sólo la etapa pública. La sucesión del presidente Cárdenas es muy ilustrativa de los que se busca ahora. En esa época se planteó con mucha anticipación y con bastante claridad al pueblo la posibilidad de varios candidatos que, para serlo y hacer campaña, debieron dejar sus puestos gubernamentales para que hubiera igualdad de condiciones. También, se iniciaron los debates públicos entre candidatos a propuesta de uno de ellos, cosa que no sucedió como tal pues sólo el General Múgica se sometió a las preguntas de la prensa mexicana. Lo más relevante fue que se vio la existencia un sistema de organizaciones y grupos, los que fueron determinantes a la hora de definir quién sería el candidato. La clase política mexicana apareció con un poder que no había tenido durante el caudillismo. Un ejemplo fue que ante la amenaza del comunismo o trotskismo que supuestamente encarnaba el General Múgica, impidió la consolidación de su candidatura, lo que finalmente lo llevó a renunciar. Cárdenas vio muy natural este conflicto interno y no tuvo la capacidad de ventilarlo, tal y como ahora se hace y fue derrotado por los grupos de poder.

El nacimiento de una nueva etapa en el sistema político mexicano produjo el almazanismo, el partido único y, por qué no decirlo, por las dudas que introdujo Almazán en su derrota, el manejo electoral en favor de ese partido único. A falta de competencia dentro de los candidatos cardenistas quienes todos renunciaron a su candidatura, Almazán aparece con una aprobación inesperada principalmente del sector empresarial, como un buen gobernante ajeno a la familia revolucionara, surgido de manera independiente, que renegó de la educación socialista, del ejido y la expropiación petrolera. Cárdenas, en su momento, dudó de esa fuerza y confió en el pueblo mexicano para evitar que Almazán ganara. Al final, ganó Ávila Camacho con el 94% de los votos en medio de las acusaciones muy difundidas de que Almazán era capaz de levantarse en armas. Surge de ahí la duda si efectivamente esa cifra no fue inducida por el cardenismo. Independientemente de qué es lo que haya sucedido, lo real es que ante este proceso electoral Cárdenas se manejó con mucha habilidad ante los grupos de poder e inaugura un proceso distinto de abierta democracia. Sin embargo, esta forma distinta de hacer política, ahora lo vemos, no se pudo continuar por el impulso contrario de los sectores conservadores.

Muchas inquietudes nos surgen hoy de ese proceso a la luz de las palabras que el presidente López Obrador nos ha dicho sobre la disyuntiva que enfrentó el presidente Cárdenas entre le general Francisco J. Múgica uno quien representaba una continuidad más hacia la izquierda, frente al conservadurismo y lo que significaría el general Manuel Ávila Camacho para una política dominada por el centro derecha que se continuó hasta el 2018. Se ha puesto a los candidatos actuales para la sucesión del 2024 en esa tesitura y han surgido comparaciones de quién estará más a la izquierda o más hacia el centro del proyecto obradorista. Pero hay que separar las cosas, no creo que lo haya dicho para confrontar a los candidatos de Morena, como así fue interpretado, sino para alertar a la gente sobre el candidato de la oposición; después, entre bromas, el presidente ha dicho a la oposición que a lo mejor tendremos un candidato más hacia la izquierda. Recordar esa etapa cardenista desde una visión actual nuevamente nos sitúa en un proceso distinto dentro la historia de nuestro país, de nuestro sistema único.

El proceso electoral en el cardenismo tiene una validez importante para el momento actual, pues el tema de la polarización que ha sido resaltado y criticado por la oposición actual se utilizó en esa época como una forma política de atacar una candidatura de izquierda. No es pues un punto de ataque novedoso para la historia de nuestro país ya que ésta se ha utilizado para justificar un ambiente enrarecido. Acusar de polarización o alertar de ella estuvo inmerso en la renuncia del general Múgica y en la viabilidad de un cambio encabezado por el avilacamachismo-alemanismo, que dominó hasta nuestros días. El comunismo-trotskismo-jacobinismo-radicalismo del que fue acusado Múgica se remitía a mantener los intereses privados subordinados a los intereses colectivos, respetar los derechos de los trabajadores, derechos que a pesar de la crítica conservadora ya habían sido aprobados por la OIT y la dotación y restitución del ejido al pueblo campesino. Cuando en una ocasión se le preguntó a Múgica sobre su supuesta afiliación comunista, contestó que, sin haber leído y estudiado a Marx, el artículo 127 constitucional consideraba sus postulados mínimos, lo cual tenía una validez histórica. Aun así, el corporativismo obrero ligado al partido no lo apoyó alegando la posibilidad de que su gobierno podría traer una guerra civil o un ataque fascista, con lo que los logros la clase obrera retrocederían. En ese sentido, Lombardo Toledano afirmó que lo que más convenía a los trabajadores era garantizar la unidad de pueblo y su sector revolucionario. ¿Les suena?

Algunas izquierdas y derechas en el mismo barco. Recientemente un prominente representante de la izquierda mexicana, quien durante muchos años se dedicó a difundir el ideal de la izquierda mexicana y mundial, declaró que la 4T de AMLO se encuentra en una etapa de descomposición política sin precedente y, llegando casi al histerismo, agregó que ya está putrefacta pues estamos ante un autoritarismo y populismo que amenaza la democracia. Se está pudriendo la 4T por falta de alternativas transformadoras. Se dijo lo anterior a pesar de que López Obrador está ventilando diariamente sus decisiones y los problemas que enfrentan éstas frente a la oposición. Se somete con las mañaneras al escrutinio popular. El cardenismo fue el primer aperturista, pero, sin lo anterior y no involucrar directamente al pueblo, se quedó sólo ante la superestructura política y los medios de comunicación.

Ahí estuvo su derrota.  Daniel Cosío Villegas narra en su libro “La sucesión presidencial” que hubo quien preguntara que si las rectificaciones que proponía Ávila Camacho a la obra cardenista eran suyas o se inspiraban en el deseo de cárdenas y que si con ello buscaba una autocrítica. Lo real, nos dice, es que por el ascenso y fortalecimiento de la derecha Cárdenas se obligó a moderarse para salvar lo ganado. Además, la segunda gran guerra estaba cerca y el franquismo ganaba en España, con lo que las derechas europeas estaban en pie de guerra, lo que pudo haber influido para sacrificar el empuje transformador. Estas desviaciones del proyecto fueron advertidas por Cárdenas. La historiadora Anna Rivera Carbó reproduce declaraciones del general donde afirma que no era el momento de Múgica y que las circunstancias del país no le eran propicias. La misma historiadora transcribe parte de una entrevista con el periodista Luis Suárez, donde Cárdenas dijo: “pensé que (Ávila Camacho) rectificaría el camino, pero jamás esperé un viraje de ciento ochenta grados”.

Cierto es que Cárdenas no podía confrontar a una derecha en ascenso pues no tenía los mecanismos para hacerlo y menos aún en el contexto de la guerra mundial. Tampoco tuvo una revuelta popular que se opusiera a la regresión pues no había un concepto fuerte ni una organización duradera más allá de los partidos políticos y sindicatos que abiertamente apoyaron a Ávila Camacho. No tuvo tampoco una alternativa al dominio de los medios por esa derecha en ascenso. Eso es importante subrayarlo para los que critican a “la mañanera” dado que no reconocen que es un contrapeso fenomenal a la mayoría de los medios de comunicación en manos de la derecha y para ventilar las verdaderas intenciones de ésta. Por otro lado, las redes sociales se han convertido en movimientos sociales para dar respuesta al dominio de la derecha, diría Manuel Castells, desde un espacio de autonomía que va más allá de los mecanismos tradicionales de partidos políticos, sindicatos y medios de comunicación.

Ahora, con las redes sociales, se puede involucrar al pueblo ya que tienen gran capacidad para mover y transformar el tablero del juego político. Cierto es que cualquier expresión política puede hacer uso de ellas, pero, sin ellas, combinadas con las mañaneras no se hubiera podido limitar y restringir el accionar de la derecha. La sucesión presidencial del 2024 necesitará nuevamente toda la fuerza de nosotros los ciudadanos para mantener el proyecto de la 4T. Los conservadores han tratado de ganar las calles, han logrado avances, pero todavía menores y todo indica que no cejarán en su empeño. La derecha tiembla, pero están reforzando sus armamentos bajo la forma de arsenal judicial para mantener una apariencia de legalidad con la judicialización de la política. Tenemos reconstruir o inventar los nuestros propios armamentos. La mañanera ya lo es. Nuevamente estamos en medio de una guerra, pero con un declive de la hegemonía estadunidense. Con el ejemplo del cardenismo tenemos elementos que nos dicen que existe la necesidad de involucrarnos todos en la continuidad del proyecto 4T o de lo contrario la derecha seguirá avanzado en nuestro país. Sólo con la iniciativa popular se podrá arraigar.

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