Elena Poniatowska Amor, inscrita en letras doradas en el Senado

Sonriente, como siempre se le ha visto, Elena Poniatowska Amor arribó al edificio de la Antigua Sede del Senado de la República, la Casona de Xicoténcatl, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Vestía de tehuana, de tonos dorados y rojos. Caminaba sonriente, recibía las felicitaciones y bienvenidas de propios y extraños, no daba más de dos pasos sin detenerse de nuevo para ser saludada.

Fue recibida de abrazo y beso por la artista, activista y exsenadora Jesusa Rodríguez, quien le acompañó en el elevador, la escoltó hasta el salón de sesiones y, al final de la ceremonia la esperó al pie de la tribuna para, de nuevo, tomarla del brazo, protegerla y permanecer cerca, pese a las y los funcionarios que se arremolinaron para tomarse la foto con la recién inscrita en el Muro de Honor de la Medalla Belisario Domínguez, con lo que se convirtió en la novena mujer apenas desde la creación de la presea en 1954.

A su llegada, se le aproximó la senadora Susana Harp Iturribarría, presidenta de la Comisión de Cultura de la cámara alta, y más adelante, fue abrazada por el senador Ricardo Monreal Ávila, presidente de la Junta de Coordinación Política, para después recibir la cortesía de la legisladora Sasil de León Villard, presidenta de la Comisión de la Medalla Belisario Domínguez, quien encabezó la comitiva de acompañamiento hasta el lugar donde se celebraría la sesión solemne en su honor.

Feminista y periodista

En la tribuna le acompañaron, todos hombres, el presidente del Senado, Alejandro Armenta Mier; el presidente de la Cámara de Diputados, Santiago Creel Miranda, y en representación de los poderes Judicial y Ejecutivo, el ministro Alberto Pérez Dayán y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.

Cuando Poniatowska escuchó su nombre, le llovieron los aplausos, y ella se levantó a aplaudir, con esa sonrisa perenne, como si de otra persona se tratara el homenaje.

La senadora Sasil de León tuvo el desafío de sintetizar una semblanza de la vida y obra de Poniatowska, «Elenita», donde todo parece relevante.

“La figura de Elena Poniatowska no requiere introducción alguna, pues ha logrado contribuir desde el mundo de las letras para darle a la mujer un papel central en nuestra sociedad. Sin excluir a los hombres, ha logrado darnos un sitio único al desbaratar las falsedades del machismo, no solamente de una manera feminista sino también humana”, dijo la legisladora.

“Pocas escritoras han contado la vida de las mujeres anónimas a través de sus propias voces como lo ha hecho la galardonada. Marta Lamas (amiga de la ‘Poni’ y presente en la ceremonia) describe a Elena cuando afirma: ‘destila un feminismo sensible y crítico que no idealiza a la mujer. Ella misma encarna un ideal feminista, el del trabajo y el del ser autónoma’” (…) Sirva también este reconocimiento para rescatar el legado tan importante que ha entregado al periodismo mexicano, así, reconocer a doña Elena Poniatowska es reconocer también la labor miles de mujeres que han realizado y que realizan todos los días en el medio periodístico”, añadió.

El momento bochornoso de la sesión ocurrió cuando, antes de cerrar su discurso, la senadora Sasil de León dijo: “aprovecho esta tribuna histórica para condenar enérgicamente que la decisión de la Suprema Corte de Justicia sobre la Guardia Nacional es inverosímil, porque quedaron a la deriva y sin definición 130 mil elementos”. Por esta declaración, una parte de las y los legisladores presentes se levantaron de la curul y reclamaron que se bajara de la tribuna; le gritaron que se había acordado respetar la solemnidad del acto.

La memoria se agolpa

Finalmente, Elena Poniatowska Amor tomó la palabra. Antes de leer su discurso, lamentó la ausencia del presidente de la República “porque, tanto mi familia, mis amigos y muchos de los que estamos aquí, lo queremos y no sólo lo queremos, lo admiramos”. Sólo entonces procedió. Fueron varias las frases y nombres de intelectuales, médicos, luchadoras sociales, amistades y familia que mencionó con una gran memoria, como un desfile de luminarias, todas de las que Poniatowska se nutrió y con las que, en su gran mayoría, pudo entablar una relación.

“Si fui una joven preguntona, sigo siendo y todavía insisto en los por qué, para qué, cómo, cuándo, dónde”, expresó la periodista multipremiada. “Ahora, en 2023, cuando cumplo 91 años, todavía subo la escalera de la canción que dice que para subir al cielo se necesita una escalera grande y otra chiquita”, sumó. “Los premios son una puerta que se abre de pronto, un regalo, una posibilidad de futuro y un reconocimiento al pasado para los que, como yo, se despiden”, también dijo.

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