Tal vez para no presentar en bandeja un argumento de campaña a los partidos populistas de derecha en torno a Marine Le Pen, para no seguir haciendo enojar a los campesinos franceses, que paralizaron las calles durante semanas con sus protestas, y quizás para ganar algún que otro voto para las elecciones europeas, sobre las que, en especial en Francia, se cierne un giro drástico a la derecha, el presidente francés, Emmanuel Macron, dijo a finales de marzo en Brasil lo siguiente acerca del mayor acuerdo de libre comercio del mundo, entre la Unión Europea y los países del Mercosur, con 780 millones de personas: “Así como está ahora, es un muy mal acuerdo”. O: “Dejemos atrás el Mercosur de hace 20 años”. Y: “Hagamos un nuevo acuerdo”.
Las frases de Macron aún resuenan, semanas después, y el acuerdo entre la UE y el Mercosur, que se terminó de negociar hace cinco años, todavía está estancado. La historia se repite: también en 2019, Francia había bloqueado el acuerdo, en aquel entonces debido al presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro y su política antiambiental en la Amazonía.
Alemania quiere avanzar, Francia frena
Al jefe de Estado francés le preocupa ahora que Argentina, Brasil y Uruguay puedan inundar la Unión Europea con carne barata. Y que los agricultores de Francia vuelvan a las barricadas. Mientras, la industria alemana presiona para que, en caso necesario, el contrato se apruebe por mayoría calificada frente al país vecino.
Sobre todo los gigantes químicos BASF y Bayer, y también la industria automovilística con Daimler y Volkswagen, vislumbran grandes negocios. A una pregunta de DW, VW afirmó: “Volkswagen defiende una política comercial abierta, libre y basada en normas y está comprometida con una rápida ratificación del acuerdo con el Mercosur. El compromiso con el acuerdo climático de París, el respeto de los derechos humanos y de los trabajadores esenciales, así como el cumplimiento de los objetivos globales de CO2 deben tenerse en cuenta como elementos esenciales.”
Olof Gill, portavoz de la Comisión Europea para Comercio y Agricultura, dijo a DW: ”El equipo UE-Mercosur sigue en contacto a nivel técnico para aclarar las preguntas aún abiertas. La UE se sigue concentrando en asegurar que el acuerdo cumpla con los objetivos de sostenibilidad de la UE y, al mismo tiempo, tome en cuenta las sensibilidades en el sector agrario del bloque”.
En la aparentemente interminable historia de las negociaciones entre la UE y Mercosur se está escribiendo un nuevo capítulo. Este comenzó en 1999 para facilitar el comercio de determinados productos entre los dos continentes y reducir los aranceles. Y, desde hace 25 años, parece ser una crónica de oportunidades perdidas. Lo mismo ocurrió a finales de 2023, cuando los tractores aún no circulaban por las ciudades francesas y era el momento propicio.
Argentina quiere firmar el acuerdo
Al otro lado del Atlántico, el gobierno argentino saliente encabezado por el presidente Alberto Fernández no quiso dejar a su sucesor un hecho consumado. De hecho, el autoproclamado anarcocapitalista Javier Milei había hecho campaña para abandonar el Mercosur y describió al presidente de Brasil, Lula da Silva, como un “comunista furioso” y un “delincuente”.
Milei es ahora presidente y ya no se habla de una salida del Mercosur. En cambio, el entusiasta partidario del libre comercio ya ha señalado que podrá firmar el contrato con la UE de inmediato. “El gobierno del presidente Milei quiere reformar la economía argentina, abriéndola a más comercio y una presencia internacional más fuerte para Argentina. Junto con los otros estados del Mercosur, ya se han firmado acuerdos de libre comercio con Singapur y los estados de la AELC (Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza, el editor)”, dijo a DW Marcela Cristini, economista sénior de la Fundación argentina de Investigaciones Económicas Latinoamericanas, FIEL.
Por ello, la sorpresa en Buenos Aires es tanto mayor cuanto que ahora la Unión Europea, o más precisamente Francia, obstaculiza el camino. Cada vez más voces se alzan en Argentina para que el acuerdo sea nuevamente revisado en busca de beneficios para su propio país. La Unión Europea insiste en una declaración adicional con sanciones por el incumplimiento de los objetivos medioambientales del acuerdo.
Marcela Cristini cree que las exigencias medioambientales de la Unión Europea son excesivas. Dice que la ganadería argentina es mucho más respetuosa con el medio ambiente que la europea. “La competitividad de la industria agrícola del Mercosur es reconocida mundialmente y se teme la competencia de sus exportaciones. Al mismo tiempo, la huella de carbono de los países del Mercosur en productos agroindustriales se encuentra entre las más bajas del mundo”, explica Cristini.
China observa y protectores del medioambiente quieren cambios
En cuanto a China, ese país observa con mucha atención el estancamiento del acuerdo UE-Mercosur. “Los países del Mercosur son comerciantes globales y China es uno de los principales compradores de productos agrícolas e industriales, lo que explica el crecimiento de los flujos comerciales bilaterales. Esta situación ya no se revertirá. En el caso del Mercosur, China es el socio comercial número uno o número dos de cada país”, señaló la economista.
Para las organizaciones de protección del medioambiente y de derechos humanos en Europa y América del Sur, Emmanuel Macron también se está convirtiendo en la última esperanza debido a su frase acerca de que se negociará un nuevo tratado que “tenga en cuenta el desarrollo, el clima y la diversidad biológica”.
En un dictamen jurídico encargado por Greenpeace Alemania, la reconocida activista alemana especializada en derecho ambiental Roda Verheyen concluye que el acuerdo viola el derecho climático internacional, según explicó a DW: “Este acuerdo ya no debería seguir negociándose porque simplemente no representa un acuerdo de libre comercio moderno o incluso legal, sin importar lo que se le agregue. El acuerdo UE-Mercosur es simplemente viejo y, desde la perspectiva actual, no es adecuado para combinar la protección del clima y los enfoques políticos globales”. En cambio, Verheyen pide que los acuerdos de libre comercio actuales se limiten principalmente a la transferencia y el intercambio de tecnologías.
CON INFORMACIÓN VÍA DW ESPAÑOL