El colonialismo de las Telecomunicaciones en México

Por Israel Quiñones – @IsraelQDigital

La visión colonialista de las naciones del llamado primer mundo, se recarga sobre las intenciones de mantener una cierta hegemonía ante el resto del mundo. Ya no es necesario el envío de tropas a los países que se pretende invadir y dominar, la estrategia ha cambiado y, sus intereses siguen siendo el poder y la dominación, en los mismos aspectos históricos: economía, política, cultural y social.

El campo de batalla ha sido transformado y el que más ha sido peleado es el tecnológico. La necesidad por tener la vanguardia en sectores estratégicos como las telecomunicaciones, ha sido una que se ha tornado encarnizada entre las partes, sobre todo entre China y Estados Unidos y este último, ha sido el que ha emitido restricciones contra su par debido a no competir directamente, ya que las Big Tech de mayor alcance son estadounidenses, de manera que se ha generado una serie de restricciones para no comerciar o prestar servicios con compañías chinas como Huawei.

Lo anterior, nos da una visión globalista de lo complicado que se ha tornado el ambiente en este sector, pero nuestro país no está exento de una situación parecida. Resulta que, en meses anteriores AT&T, Canieti, Televisa y Megacable, solicitaron al regulador mexicano la separación estructural de Telmex, con el argumento de que esta era la única salida para que se contará con una competencia efectiva en el sector de las telecomunicaciones.

Esta petición de que Telmex venda su empresa mayorista se da en medio de la revisión bienal que el Instituto Federal de Telecomunicaciones realiza, de manera que, el ambiente se complica a la vista de aquellos que se mantienen atentos al desarrollo de este sector, puesto que, en lugar de realizar inversiones los operadores competidores de Telmex se han dedicado a ganar por medio de un subsidio que el regulador les ha otorgado desde el 2014 o desde el 2013, si tomamos en cuenta que la larga distancia desapareció por decreto constitucional.

Según una nota publicada por el diario El Economista el pasado lunes 22 de mayo, (AT&T necesita la fibra óptica de Telmex para ofrecer 5G en México, https://www.eleconomista.com.mx/empresas/ATT-necesita-la-fibra-optica-de-Telmex-para-ofrecer-5G-en-Mexico-20230522-0034.html) la compañía estadounidense necesita de fibra óptica para lograr establecer mejores servicios para sus usuarios; sin embargo, no está dispuesta a pagar por el arredramiento de dicho insumo fundamental para otorgar servicios de 5G, sino que se atiene a la decisión que pueda emitir el IFT en relación a la separación estructural de Telmex y a esta petición se unen operadores como Izzi y TotalPlay, según la nota de este diario, lo hacen más por razón de ser competidores directos en el segmento de banda ancha fija.

Estas condiciones que estamos abordando, nos dan una clara muestra de una lógica colonialista por parte de la compañía de capital estadounidense, con la intención de invertir lo menos posible en nuestro país, ya que lo que menos les importa es el desarrollo, conectividad o cualquier otra bondad que venga de la mano con la implementación de nuevas tecnologías para los usuarios de las telecomunicaciones, lo único que importa es ganar lo más posible, invirtiendo o gastando lo menos posible.

El plan original de la Reforma en Telecomunicaciones y Radiodifusión del 2013, impulsada por el mal llamado “Pacto por México”, era el de darle todas las facilidades a la Telefónica española, que en aquel momento caminaba de la mano de Televisa, empresa que también se vio ampliamente beneficiada en el segmento fijo de televisión de paga, de tal manera que su filial Izzi, se convirtió en el monopolio de este mercado a nivel nacional, asumiendo que su cuerpo jurídico se encargó de que la nueva legislación dejará a Telmex fuera de cualquier posibilidad de acceder a la convergencia de servicios en telecomunicaciones, esto con la excusa de que el mercado no podría generar una competencia efectiva en contra de la filial de América Móvil.

Vale la pena señalar que empresas como Izzi, TotalPlay, AT&T en lugar de invertir, se han convertido en operadores perezosos o que en casos como el de la estadounidense, se han dedicado a regresar espectro radioeléctrico para no pagar al IFT las cuotas correspondientes por el uso de un bien de la nación, lo quieren gratis a eso las acostumbró la administración neoliberal.

Es importante señalar también, que ningún operador además de Telmex, cuenta con un sindicato democrático, por ende, no cunetan con salarios dignos para sus trabajadores y hacen un uso desmesurado del outsourcing, con la intención de no entablar relaciones laborales estables y que realmente beneficien a los trabajadores que realizan los servicios correspondientes para otorgar servicios de calidad a los usuarios, por lo que, es prudente preguntarse: ¿cuántos empleos de calidad generó la Reforma de 2013 en el sector de las telecomunicaciones? Si ponemos inversión contra desinversión, ¿Cuál es el resultado real para el país? ¿existe un beneficio real para México con la existencia del IFT?

Siguen queriendo cambiar “espejitos por joyas” y esto recae en mucho en la responsabilidad que el regulador del sector ha tenido, tanto así que, muchos de sus excomisionados se han ido a trabajara a AT&T, tal como lo señaló el Presidente López Obrador en su conferencia matutina, debido a que el modelo de los Órganismos Constitucionales Autónomos no ha sido beneficioso para el país.

Es importante analizar a fondo el papel que un regulador autónomo, con comisionados que tienen sus propios intereses fuera de lo institucional, siga arrastrando decisiones fundamentales para el presente y futuro de nuestro país, es necesario que el estado retome la rectoría de un sector estrategico para México.

La sucesión presidencial vista en la historia

Por Eduardo Torres Arroyo – @etarroyo

El mundo avanza lentamente hacia un cambio multipolar. Nuestro vecino país del norte está pasando por un momento muy complicado pues cada vez se aprecia más una caída en su poder hegemónico y en esta caída está buscando mantener a la región de América Latina como su patio trasero y principalmente en la frontera con México busca una nueva relación para relocalizar sus industrias que abandonan china y para reciclar su proyecto de utilización de mano de obra barata. Mientras, en México, nos acercamos rápidamente a la sucesión presidencial, donde esta situación mundial será muy importante a la hora de decidir por quién votar.

En el mundo hay una veneración por las sucesiones en los gobiernos, ya que en quien recaiga la responsabilidad de dirigir un país acumula un poder que lo hace ver con un don que puede cambiar las cosas. Dicha visión ha sido impuesta por los grupos de poder pues personaliza el poder que les fue otorgado en el voto y les permite manejarse según sus intereses. México no es la excepción, al que hemos llamado presidencialismo donde el presidente tiene amplios poderes limitados por la Constitución y algunos otros metaconstitucionales. Por ello, cuando hablamos de sucesión presidencial se abre una amplia discusión política y social. Es interesante que revisemos en la historia este proceso de sucesión, para tener elementos de análisis que nos permitan avanzar más fácilmente.

Como un reflejo de la política a la mexicana, en nuestro país desde los años 40 supimos que el proceso selectivo tenía dos etapas una oculta y otra pública. Nunca supimos cuando iniciaba la primera etapa, la cual fue calificada coloquialmente como tapadismo, la que transcurría en el silencio y la oscuridad pública. El tapado es un concepto que surge del pueblo y que fue adoptado posteriormente por los estudiosos como elemento de reflexión. A esta etapa yo le he llamado la verdadera democracia priísta, pues sucedía en el marco de una amplia y profunda discusión política, pero sólo dentro de la llamada familia revolucionaria y de los grupos de poder económico y político. Hay que reconocer que esta forma particular mexicana contribuyó para mantener el poder y para que hubiera paz social y desarrollo económico durante varios decenios. Cuando se abre la segunda etapa, la pública, cuando sale el “ungido” producto de diversas deliberaciones internas, se produce la llamada “cargada” y un cierre de filas tal que impide ver el golpeteo político que le antecedió. En estas deliberaciones se incluyen, desde luego, la del presidente en turno, quien tiene que cerciorarse que el elegido no sea rechazado.

Los mexicanos no dedicados a la política sostuvieron la creencia de que el presidente saliente escogía a su heredero, dado que no conocía los pormenores de la parte oculta del proceso selectivo. Hay estudiosos que reafirman esa creencia al afirmar que el peso del poder ejecutivo y su habilidad para manejar los hilos del poder son determinantes a la hora de establecer al sucesor, por lo que aseveran que la selección del candidato sucede dentro de la cabeza del presidente en turno. De cualquier manera, se revela la existencia de un proceso de discusión política donde el presidente participa activamente para guardar los equilibrios políticos, para asegurar la disciplina posterior al destape, que su autoridad no fuera puesta en cuestión y sobre todo la continuidad del proyecto revolucionario. Una vez dejado el poder el nuevo poder ponía límites estrictos a proceder del viejo poder.

Visto así, desde el proceso electoral, entonces podemos hablar de hay un sistema político que se formó acorde a las necesidades históricas de la nación, de un sistema único en el mundo que se transforma a partir del cardenismo. Un sistema que deja atrás el personalismo, paternalismo y caudillismo posterior al triunfo de la Revolución Mexicana de 1910, para ubicarse en un sistema de organizaciones y de grupos de poder, que de alguna manera se llamó corporativismo, lo que nos lleva a decir que el poder del presidente no es omnímodo, dado que está limitado y condicionado por éstos, o, dicho de otra manera, tiene que negociar y buscar consensos, cosa que no sucede de manera abierta hasta que es conocida a través de las filtraciones políticas a los columnistas y líderes de opinión, las cuales terminan teniendo todas las condiciones de manipulación mediática que Chomsky ha descrito.

En el actual gobierno este proceso oculto de la política mexicana se puede ver ahora con claridad, gracias a la abierta exposición de los conflictos internos expuestos en las mañaneras, lo cual es uno de sus triunfos más importantes. Lo mismo quiere hacer en el sistema sucesorio e intenta dejar atrás este de dos etapas y dejar sólo la etapa pública. La sucesión del presidente Cárdenas es muy ilustrativa de los que se busca ahora. En esa época se planteó con mucha anticipación y con bastante claridad al pueblo la posibilidad de varios candidatos que, para serlo y hacer campaña, debieron dejar sus puestos gubernamentales para que hubiera igualdad de condiciones. También, se iniciaron los debates públicos entre candidatos a propuesta de uno de ellos, cosa que no sucedió como tal pues sólo el General Múgica se sometió a las preguntas de la prensa mexicana. Lo más relevante fue que se vio la existencia un sistema de organizaciones y grupos, los que fueron determinantes a la hora de definir quién sería el candidato. La clase política mexicana apareció con un poder que no había tenido durante el caudillismo. Un ejemplo fue que ante la amenaza del comunismo o trotskismo que supuestamente encarnaba el General Múgica, impidió la consolidación de su candidatura, lo que finalmente lo llevó a renunciar. Cárdenas vio muy natural este conflicto interno y no tuvo la capacidad de ventilarlo, tal y como ahora se hace y fue derrotado por los grupos de poder.

El nacimiento de una nueva etapa en el sistema político mexicano produjo el almazanismo, el partido único y, por qué no decirlo, por las dudas que introdujo Almazán en su derrota, el manejo electoral en favor de ese partido único. A falta de competencia dentro de los candidatos cardenistas quienes todos renunciaron a su candidatura, Almazán aparece con una aprobación inesperada principalmente del sector empresarial, como un buen gobernante ajeno a la familia revolucionara, surgido de manera independiente, que renegó de la educación socialista, del ejido y la expropiación petrolera. Cárdenas, en su momento, dudó de esa fuerza y confió en el pueblo mexicano para evitar que Almazán ganara. Al final, ganó Ávila Camacho con el 94% de los votos en medio de las acusaciones muy difundidas de que Almazán era capaz de levantarse en armas. Surge de ahí la duda si efectivamente esa cifra no fue inducida por el cardenismo. Independientemente de qué es lo que haya sucedido, lo real es que ante este proceso electoral Cárdenas se manejó con mucha habilidad ante los grupos de poder e inaugura un proceso distinto de abierta democracia. Sin embargo, esta forma distinta de hacer política, ahora lo vemos, no se pudo continuar por el impulso contrario de los sectores conservadores.

Muchas inquietudes nos surgen hoy de ese proceso a la luz de las palabras que el presidente López Obrador nos ha dicho sobre la disyuntiva que enfrentó el presidente Cárdenas entre le general Francisco J. Múgica uno quien representaba una continuidad más hacia la izquierda, frente al conservadurismo y lo que significaría el general Manuel Ávila Camacho para una política dominada por el centro derecha que se continuó hasta el 2018. Se ha puesto a los candidatos actuales para la sucesión del 2024 en esa tesitura y han surgido comparaciones de quién estará más a la izquierda o más hacia el centro del proyecto obradorista. Pero hay que separar las cosas, no creo que lo haya dicho para confrontar a los candidatos de Morena, como así fue interpretado, sino para alertar a la gente sobre el candidato de la oposición; después, entre bromas, el presidente ha dicho a la oposición que a lo mejor tendremos un candidato más hacia la izquierda. Recordar esa etapa cardenista desde una visión actual nuevamente nos sitúa en un proceso distinto dentro la historia de nuestro país, de nuestro sistema único.

El proceso electoral en el cardenismo tiene una validez importante para el momento actual, pues el tema de la polarización que ha sido resaltado y criticado por la oposición actual se utilizó en esa época como una forma política de atacar una candidatura de izquierda. No es pues un punto de ataque novedoso para la historia de nuestro país ya que ésta se ha utilizado para justificar un ambiente enrarecido. Acusar de polarización o alertar de ella estuvo inmerso en la renuncia del general Múgica y en la viabilidad de un cambio encabezado por el avilacamachismo-alemanismo, que dominó hasta nuestros días. El comunismo-trotskismo-jacobinismo-radicalismo del que fue acusado Múgica se remitía a mantener los intereses privados subordinados a los intereses colectivos, respetar los derechos de los trabajadores, derechos que a pesar de la crítica conservadora ya habían sido aprobados por la OIT y la dotación y restitución del ejido al pueblo campesino. Cuando en una ocasión se le preguntó a Múgica sobre su supuesta afiliación comunista, contestó que, sin haber leído y estudiado a Marx, el artículo 127 constitucional consideraba sus postulados mínimos, lo cual tenía una validez histórica. Aun así, el corporativismo obrero ligado al partido no lo apoyó alegando la posibilidad de que su gobierno podría traer una guerra civil o un ataque fascista, con lo que los logros la clase obrera retrocederían. En ese sentido, Lombardo Toledano afirmó que lo que más convenía a los trabajadores era garantizar la unidad de pueblo y su sector revolucionario. ¿Les suena?

Algunas izquierdas y derechas en el mismo barco. Recientemente un prominente representante de la izquierda mexicana, quien durante muchos años se dedicó a difundir el ideal de la izquierda mexicana y mundial, declaró que la 4T de AMLO se encuentra en una etapa de descomposición política sin precedente y, llegando casi al histerismo, agregó que ya está putrefacta pues estamos ante un autoritarismo y populismo que amenaza la democracia. Se está pudriendo la 4T por falta de alternativas transformadoras. Se dijo lo anterior a pesar de que López Obrador está ventilando diariamente sus decisiones y los problemas que enfrentan éstas frente a la oposición. Se somete con las mañaneras al escrutinio popular. El cardenismo fue el primer aperturista, pero, sin lo anterior y no involucrar directamente al pueblo, se quedó sólo ante la superestructura política y los medios de comunicación.

Ahí estuvo su derrota.  Daniel Cosío Villegas narra en su libro “La sucesión presidencial” que hubo quien preguntara que si las rectificaciones que proponía Ávila Camacho a la obra cardenista eran suyas o se inspiraban en el deseo de cárdenas y que si con ello buscaba una autocrítica. Lo real, nos dice, es que por el ascenso y fortalecimiento de la derecha Cárdenas se obligó a moderarse para salvar lo ganado. Además, la segunda gran guerra estaba cerca y el franquismo ganaba en España, con lo que las derechas europeas estaban en pie de guerra, lo que pudo haber influido para sacrificar el empuje transformador. Estas desviaciones del proyecto fueron advertidas por Cárdenas. La historiadora Anna Rivera Carbó reproduce declaraciones del general donde afirma que no era el momento de Múgica y que las circunstancias del país no le eran propicias. La misma historiadora transcribe parte de una entrevista con el periodista Luis Suárez, donde Cárdenas dijo: “pensé que (Ávila Camacho) rectificaría el camino, pero jamás esperé un viraje de ciento ochenta grados”.

Cierto es que Cárdenas no podía confrontar a una derecha en ascenso pues no tenía los mecanismos para hacerlo y menos aún en el contexto de la guerra mundial. Tampoco tuvo una revuelta popular que se opusiera a la regresión pues no había un concepto fuerte ni una organización duradera más allá de los partidos políticos y sindicatos que abiertamente apoyaron a Ávila Camacho. No tuvo tampoco una alternativa al dominio de los medios por esa derecha en ascenso. Eso es importante subrayarlo para los que critican a “la mañanera” dado que no reconocen que es un contrapeso fenomenal a la mayoría de los medios de comunicación en manos de la derecha y para ventilar las verdaderas intenciones de ésta. Por otro lado, las redes sociales se han convertido en movimientos sociales para dar respuesta al dominio de la derecha, diría Manuel Castells, desde un espacio de autonomía que va más allá de los mecanismos tradicionales de partidos políticos, sindicatos y medios de comunicación.

Ahora, con las redes sociales, se puede involucrar al pueblo ya que tienen gran capacidad para mover y transformar el tablero del juego político. Cierto es que cualquier expresión política puede hacer uso de ellas, pero, sin ellas, combinadas con las mañaneras no se hubiera podido limitar y restringir el accionar de la derecha. La sucesión presidencial del 2024 necesitará nuevamente toda la fuerza de nosotros los ciudadanos para mantener el proyecto de la 4T. Los conservadores han tratado de ganar las calles, han logrado avances, pero todavía menores y todo indica que no cejarán en su empeño. La derecha tiembla, pero están reforzando sus armamentos bajo la forma de arsenal judicial para mantener una apariencia de legalidad con la judicialización de la política. Tenemos reconstruir o inventar los nuestros propios armamentos. La mañanera ya lo es. Nuevamente estamos en medio de una guerra, pero con un declive de la hegemonía estadunidense. Con el ejemplo del cardenismo tenemos elementos que nos dicen que existe la necesidad de involucrarnos todos en la continuidad del proyecto 4T o de lo contrario la derecha seguirá avanzado en nuestro país. Sólo con la iniciativa popular se podrá arraigar.

México ante la multipolaridad

Por Eduardo Torres Arroyo – @etarroyo

El mundo se acerca poco a poco a un cambio en las relaciones internacionales, donde la unipolaridad deja espacios a la multipolaridad. Lo que hacen los EUA para evitarlo aceleran ese desplazamiento. Para los países progresistas como México, para las clases trabajadoras es importante impulsar este fenómeno porque favorece a sus intereses en el mediano y largo plazo. Durante muchos años hemos estado dominados por un solo bloque hegemónico encabezado por EUA y su aliados europeos y Japón lo que se ha llamado la triada imperialista, a los que se han sumado Canadá y Australia. Después de la caída del bloque socialista se consolidó un solo polo con el que pudieron dirigir el desarrollo del mundo acorde a sus intereses. A esto se le ha llamado el momento unipolar. Su poder yace de que tienen superioridad económica, científica y militar y, dentro de ello, alta tecnología y control financiero. Después de la crisis financiera de 2008, la pandemia de 2019 y la guerra en Ucrania, esta hegemonía se ha visto que empieza a desmoronarse, aunque el camino será largo y complejo.

Ante las evidencias del ascenso de un mundo multipolar el hegemón está tratando de evitarlo. En ese esfuerzo conservador han coincidido amplios sectores de la izquierda y derecha mundial para restarle validez al cambio. Se han centrado en calificar al nuevo polo emergente como imperialista y por consecuencia consideran a la guerra en Ucrania como un conflicto Inter imperialista. Rechazar en estos términos la multipolaridad sería un grave error para la clase trabajadora y para el progresismo, porque dirigir al capitalismo hacia una multipolaridad beneficia a todos. El mundo multipolar bien orientado puede representar un aumento efectivo de soberanía nacional o, si se quiere, la posibilidad de elegir qué camino económico y político seguir. Es posible que exista quien diga que el mejor camino es dirigirnos directamente hacia el socialismo ya que el multipolarismo no es, pero hay que entender que si crea condiciones para encaminarnos en ese sentido.

Si somos estrictos nada de lo que conocemos como imperialismo puede acoplarse a China o Rusia, por ejemplo, pues su nivel de desarrollo no puede compararse con el total del bloque de la triple alianza EUA, UE y Japón más Canadá y Australia. Además, China y Rusia expanden sus políticas económicas sin correlatos militares e imperiales. Más bien lo que debemos de ver es que la crisis del neoliberalismo significó simultáneamente una crisis hegemónica. Los esfuerzos que realizan EUA y la UE para retomar ese poder con la guerra en Ucrania y unir a todo el occidente ya no les es suficiente, pues lo que han encontrado es un mundo dividido, todo lo contrario de su orden mundial basado en sus reglas. La época del auge terminó con la crisis financiera de 2008, misma que sigue sin resolverse dadas las concatenaciones que hay entre las decisiones económicas tomadas hace 15 años y las quiebras bancarias del 2023. La hegemonía financiera perdió fuerza.

La crisis financiera de 2008 fue causada por el crecimiento incontrolado de préstamos hipotecarios y la falta de capacidad de pago de los deudores. Siguió a esa crisis la desaceleración económica en la que los gobiernos de EUA y UE optaron por salvar a los bancos y establecieron una política monetaria no convencional que se llamó Flexibilización Cuantitativa, con el objetivo fue reducir las tasas de interés a largo plazo para estimular la economía, aumentar la oferta de dinero y resolver la crisis de iliquidez. Capital ficticio en toda su expresión, ajeno a un capital real. Esta política que se ha mantenido en los últimos 14 años ha inducido cambios profundos en el sistema financiero internacional. Sin embargo, cuando las tasas de interés tienen que subir para detener la inflación resultante de las sanciones a Rusia y las demandas de alzas salariales de los trabajadores, se presenta otra crisis como las quiebras bancarias de 2023 que continúa disminuyendo el poder de la hegemonía financiera. Como bien nos dice el economista español Juan Torres, la banca mundial no tiene la capacidad de devolver a sus clientes el dinero depositado. El sistema bancario no está sólido como afirman en EUA. Lo que nos lleva a pensar en que estamos ante una crisis sistémica.

El monopolio de EUA, Europa y Japón en tecnología está siendo contrarrestado por el limitado acceso a los recursos naturales necesarios para los cambios tecnológicos que, además, han encarecido su valor. Los microchips son tan importantes como lo fue el petróleo y serán parte de los grandes conflictos mundiales. Los microprocesadores están en todas partes y eso los ha convertido en parte del conflicto geopolítico.  China y EUA en este renglón están enfrentados. Hay una centralidad en la alta tecnología. Sin embargo, el bloqueo que plantea la Ley de Chips y Ciencia emitido por EUA no podrá detener el avance chino en ese renglón. El propósito es restringir la capacidad de China para importar chips de computación, desarrollar y mantener super computadores y fabricar semiconductores avanzados. Sin embargo, tal y como está sucediendo con las sanciones económicas a otros países, el bloqueo obligará a china a invertir más en su propia tecnología. Además, el bloqueo que buscan los estadunidenses para limitar el comercio mundial de los microchips con China, trae distorsiones en el comercio. Con ese proteccionismo, lo que en realidad está pasando es que se está acabando con el mundo del libre comercio neoliberal. Eso tenemos que entenderlo muy bien en nuestro país.

Esto abre sin duda posibilidades de crecimiento del mundo multipolar incluyendo a México. Como este mundo todavía no tiene posibilidades de consolidarse como un poder global que les permita establecerse como un poder real contrahegemónico, lo que hasta ahora se está presentado es una expresión de soberanía nacional, tal y como lo estamos viendo en Eurasia, América Latina y África. Todavía no hay una interconexión entre las diferentes naciones, aunque ya hay muchos indicios de que está sucediendo, como la desdolarización con el pago de energías con petroyuanes, el intercambio comercial en monedas de los países, la creación de mecanismos de circulación financiera sin que intervengan los SWIFT norteamericanos, la creación de monedas respaldadas en oro, zonas económicas especiales, etcétera. En concreto, hay un cambio en el panorama internacional es cual se ha vuelto más complejo. El crecimiento espectacular de China en especial en las nuevas tecnologías, con el fortalecimiento militar de Rusia e Irán pueden competir en este reglón con EUA. Todo ello, frente a los fracasos de la globalización evidenciados por la pandemia que alteró las cadenas de suministro y después de la guerra en Ucrania que derivó en la inflación actual.

El orden unipolar derivado de la caída del socialismo realmente existente, ganó la capacidad de dirigir al resto del mundo y delimitar el campo de acción acorde a sus intereses. El multipolarismo significa acabar con ese poder desproporcionado. Supone la aparición de otros polos que permitan una negociación en igualdad de condiciones. Significa crear la posibilidad de elegir caminos económicos y políticos que en el mundo unipolar no se tenían permitidos. Autonomía para definir políticas en función de intereses nacionales en cada uno de los países como la conquista de las materias primas. Empero, hay que ser claros en esta situación de cambio, debido a la globalización las interconexiones entre diferentes países se mantienen y, por lo tanto, las redes de producción y distribución mantienen la lógica de acumulación capitalista de interdependencia. Así que, para que la multipolaridad sea posible y pueda existir una negociación donde no haya un dominar único, es necesario que exista una posición no imperialista de uno de sus integrantes; esto es, que no busque obtener beneficio frente al resto del mundo solo para sus empresas apoyadas en su poder militar.

El tiempo es importante y decisivo en este cambio. Los estadunidenses están desarrollando una serie estrategias en todo el mundo que finalicen con aislar a China a la formalmente consideran el verdadero enemigo. La estrategia base es apoyar el multilateralismo y orden internacional basado en reglas. Para ello, formaron el AUKUS y los Cinco Ojos para incorporar a Australia y Nueva Zelanda junto con la Gran Bretaña. Hay quien afirma que por este hecho Australia ha cedido totalmente su soberanía. Después aseguraron la fidelidad de Japón y Corea del Sur más Filipinas y están trabajando en el pacífico sur. Finalmente, están tratando de cerrar el círculo con Taiwán para forzar a China a entrar en guerra. Todo ello para mantener su hegemonía mundial. Forzar una guerra, si lo considera necesario, requiere de un tiempo para alcanzar una política de alianzas que se lo permitan. Sólo hay que recordar, ante 25 aniversario de la invasión a Irak, inventaron “las armas de destrucción masiva” que nunca existieron. Una de las primeras víctimas de esa guerra fue la verdad y ahí nació la posverdad una palabra para definir la política al revés, que se puso de moda con Trump junto con las noticias falsas conocidas en el idioma inglés como Fake News. Así pues, son capaces de hacer lo que quieran, por lo que hay que cuidarse de ellos, hoy más aún cuando su poder hegemónico está en entredicho.

En contraparte, por medios pacíficos, en el primer trimestre de 2023 China logró dar pasos importantes para romper los equilibrios geopolíticos del mundo que nos han dominado durante décadas. Junto con Rusia han desplegado una agresiva y bien pensada política exterior con el propósito de un orden multipolar basado en el derecho internacional. Primero China lanzó una iniciativa de seguridad social para la paz junto con plan de paz para Ucrania. Después fue mediador para restablecer las relaciones entre Arabia Saudita e Irán, de donde se han derivado relaciones más afectuosas entre Rusia y Siria y de éstos últimos con Arabia Saudita, con repercusiones en la guerra en Yemen. Irán e Irak firmaron un acuerdo de cooperación. No podemos olvidar los acercamientos que se están realizando con 40 países de África y Rusia empezando por Kenia que deja el dólar para compras de petróleo; India y Malasia comerciarán en rupias. Finalmente, los presidentes chinos y ruso se reunieron en Moscú. En esa reunión se dijo que se apoyarían en las reglas establecidas en la ONU y firmaron un acuerdo como socios estratégicos integrales y a largo plazo. Todo ello, está contribuyendo para un gran cambio en el sentido multilateral sin que haya contribuido de una potencia con un carácter hegemónico. Rusia y China están encabezando pues un mundo multilateral y multipolar y están ganado crédito en el terreno económico, militar y diplomático.

El retroceso de los EUA no es importante para amplios sectores de la derecha e izquierda mexicana. Más aún estos sectores piensan que en el momento actual lo más conveniente para sus intereses es mantenerse subordinados a ese país ignorando el historial negro de intervencionismo y el carácter oligárquico de su democracia. Para ellos caminar hacia la soberanía no es lo adecuado o dicho de otra manera perder soberanía no representa adversidad alguna para el país, pero si una manera fácil de hacerse más ricos. Es claro que en neoliberalismo fue interiorizado plenamente por esos sectores lo que los lleva a pensar y a luchar por mantenerse en subdesarrollo dependiente y mostrarse bajo la protección de EUA. En realidad, es su forma de vida. En términos mexicanos, vivir fuera del neoliberalismo es vivir en el error. En su ceguera siguen negando la realidad. Brasil ya ha acordado con China comerciar con sus respectivas monedas y se acaba de unir al sistema interbancario chino.

México debe jugar un papel importante ante el descenso hegemónico norteamericano. Desde el inicio del conflicto en Ucrania hemos sido presionados para alinearnos a EUA, recientemente la comandante del comando sur de EUA, afirmó que somos parte de su seguridad nacional, en contraparte de CELAC se declaró a América Latina zona de paz. Estas declaraciones contrastantes se dan ante la perspectiva de un nuevo mundo multipolar. El presidente López Obrador ha estado hablando de que se debe acabar el monroísmo pues ya es insostenible y habrá que acabarlo. Los estadunidenses temen a Rusia y a China en América Latina por lo que quieren impedir que América Latina participe del nuevo orden mundial. La latinización del trabajo en EUA con presencia mayoritaria mexicana y la necesidad que tienen de esa mano de obra para controlar los salarios, y para sustituir la que ya no pueden ocupar en China, los hace voltear hacia nuestro país de una manera diferente. No pueden crear un conflicto precisamente a sur de su frontera y nos está tratando con pinzas. La política exterior del actual gobierno ha respondido de acuerdo a estas circunstancias. Así que, tanto para China, Rusia, Eurasia, América Latina, incluyendo México y África el tiempo está jugando a nuestro favor. Tenemos que ganar proyección y autonomía estratégica cada día. La sucesión es fundamental en esta situación.

La unidad sindical como palanca de conquistas laborales

Por Israel Quiñones

Casi llegamos al final de este 2022 y hemos tenido un año vertiginoso, donde los acontecimientos han tenido una importante trascendencia histórica. Por un lado, los temas nacionales se han acotado a una fuerte confrontación por la transición electoral del próximo 2024. Por otro lado, tenemos la lucha de los trabajadores, las conquistas se han dado con movilizaciones y un proceso de unidad, a pesar de los intereses que rodeaban varias de estas mejoras para las y los trabajadores.

La vida política nacional es un área que el presidente en cada mañanera ha querido popularizar, puesto que la apatía social hacia los trabajos políticos ha sido cooptada por los medios de comunicación masiva, esto derivado de querer desasociar la participación ciudadana en las decisiones cruciales para la vida pública y ciertamente el actual gobierno se ha empeñado en generar procesos que sean contrarios a los que mediáticamente la élite ha querido mantener solamente para ellos.

En este contexto, las organizaciones sindicales han tomado la palabra al ejecutivo federal y se ha producido un proceso de unidad sindical, lo que queda demostrado en las movilizaciones que se han dado tanto en la Cámara de Senadores, como en la de Diputados en defensa de la iniciativa de “Vacaciones Dignas” y que han dejado ver que los intereses de los trabajadores van más allá de los deseos o cabildeos de los empresarios en las cámaras legislativas.

Queda asentado que el sindicalismo es la opción más viable para que los trabajadores puedan defender y acrecentar sus derechos laborales. Por este motivo, las elites empresariales y económicas han tenido que entender que su dinero no alcanza para comprar conciencias y que la unidad del movimiento obrero es una realidad que se viene construyendo para beneficios de la clase trabajadora que ha tenido que enfrentar distintas disparidades, pero que al final queda el precedente de la capacidad con la que cuentan los trabajadores al momento de generar unidad en diversidad.

Este año la transformación digital ha sufrido una serie de conflictos de carácter económico y laboral, de tal manera que los trabajadores del sector han decidido su destino por medio de la organización. El caso de Twitter es una muestra clara de esto que estamos abordando, ya que las políticas laborales que ha planteado el magnate Elon Musk han llevado a los trabajadores de esta plataforma a unirse a sindicatos en los distintos países donde hay sedes de esta compañía. ¿Si los sindicatos son tan malos, por qué siguen siendo la mejor opción para trabajadores de distintos países y de un sector como lo es el tecnológico?

A pesar de la modernidad y el inclemente proceso económico neoliberal, los trabajadores deben mantener una postura firme que les permita defender sus derechos y libertades. La democracia y la organización son las principales herramientas que pueden ser usadas por la clase trabajadora para lograr posicionar sus intereses en un marco de confrontación entre las principales fuerzas políticas e ideológicas, con ello, el sindicalismo tiene la posibilidad de establecer un proceso de mejoramiento productivo, laboral y estructural en la transformación tecnológica, industrial y laboral.

Los Telefonistas somos un ejemplo para la lucha sindical en México. Este 2022, después de 37 años se estalló una huelga y según notas periodísticas como la del diario Reforma del 23 de julio de este año, hubo preocupación en el sector empresarial por la movilización y el posterior estallamiento a huelga de los telefonistas, pues se podrían dar una serie de movilizaciones de trabajadores a nivel nacional por la exigencia de mejores condiciones laborales y este motivo de preocupación se extiende cuando entidades como la Mesa de Diálogo Sindical, la cual es conformada por centrales y sindicatos de muy diversos orígenes se hacen presentes para luchar por iniciativas como las vacaciones dignas.

Se ve una luz al final del túnel e invariablemente este tramo será el más complicado de una lucha que los trabajadores Telefonistas tendrán que enfrentar. La ventaja es que, los tiempos que estamos viviendo, en medio de una transformación política y de lucha podemos comprender que la unidad será básica para concretar la defensa de un Contrato Colectivo de Trabajo que debe convertirse en un ejemplo para los trabajadores de este país y que la única forma de conseguirlo y mantenerlo es la organización y conformación de un sindicalismo democrático y real.

Las conquistas sindicales son de justicia social

Por Israel Quiñones

El pasado jueves 1 de diciembre, en el marco de la conferencia de prensa del presidente López Obrador, se dio a conocer que el aumento al salario mínimo sería del 20 por ciento. Acompañado por la titular de la Secretaria del Trabajo, representantes empresariales y del sector obrero, el presidente escucho a los voceros de ambos sectores y después agradeció, al mismo tiempo que reclamaba a los representantes del sector empresarial por no contar con su absoluto apoyo en esta materia de urgencia para el país.

De cierta forma el presidente tenía razón en realizar un reclamo al sector empresarial, pues todavía tenemos presente el argumento de que, si el salario mínimo aumentaba la inflación se dispararía y todos nos veríamos afectados, por ello, el sacrificio de los trabajadores que menos ganan tendría que ser asumido con gallardía, pues de esta manera los patrones seguirían ganando cantidades insultantes y la inflación se mantendría en un promedio aceptable para el Banco de México.

Es una realidad que el salario mínimo tiene ya un aumento del 90 por ciento a partir del 1 de enero, esto desde el 1 de enero de 2019, cuando se dio ese aumento pronunciado para procurar la recuperación del poder adquisitivo de la clase trabajadora. Ciertamente el aumento al salario mínimo es un acto de justicia social y es cierto también que estos aumentos se han dado con la llegada de este gobierno; sin embargo, todavía tenemos un camino complejo por avanzar, ya que los salarios contractuales han quedado a merced de la capacidad de los sindicatos, esto no es malo, pero si el presidente advierte desde la máxima tribuna de Palacio Nacional que los aumentos no serán similares, pues ya hay un tope al aumento en una negociación salarial entre empresas y sindicatos.

La lucha de clases es un concepto vigente y queda demostrado cuando hablamos de conquistas sindicales. Ciertamente, las condiciones en que la clase trabajadora debe enfrentar esta lucha va más en medida de entender el entorno en que nos toca enfrentar al capital, es reeducarnos como trabajadores y sindicalistas, ya que el constante bombardeo de los medios de comunicación tradicionales sobre el desprestigio a los sindicatos ha sido eficiente, hasta el punto en que la afiliación sindical ha venido deteriorándose.

Una muestra de la vigencia de la lucha de clases en la actualidad puede observarse en la aprobación de la iniciativa de “vacaciones dignas”. La iniciativa para aumentar el número de días de vacaciones para los trabajadores se intentó congelar en el Senado de la República, pero en medio de una movilización de diversas organizaciones sindicales en unidad se resolvió aprobar la iniciativa, ahora está en la cámara de diputados y algo similar está ocurriendo, por lo que nuevamente distintos líderes sindicales acudirán este martes 6 de diciembre a la cámara para procurar su pronta aprobación y publicación.

Mientras más quieran desaparecer la lucha de clases de la geografía política, es que se encuentra más vigente. El sindicalismo es prueba irrefutable de esta condición de lucha en la que debemos ser claros y mantener una postura acorde a la defensa de nuestros derechos laborales y conquistas sindicales, para ello se necesita impulsar la unidad sindical y del movimiento obrero en su conjunto, de otra manera el sector empresarial continuará con una fuerte andanada contra las causas de los trabajadores y es que, estuvieron acostumbrados a tener ganancias a costa de “la sensibilidad de los trabajadores”, pues la precarización y la pobreza laboral fueron las armas que mejor supieron emplear en un claro contubernio con las autoridades de aquel momento histórico.

La fuerza de los trabajadores es contundente cuando la unidad es la prioridad de las organizaciones y a su vez, la clase trabajadora entiende su capacidad de organización y movilización como fuerza social. Ciertamente, la justicia social es la base de las causas más elementales del sindicalismo, los trabajadores debemos apoyar estas luchas que no solamente benefician a los sectores obreros organizados, sino a toda la base en su conjunto; es por ello por lo que, debemos impulsar una mayor sindicalización de forma democrática y con eso, encontrar conquistas para la clase trabajadora más contundentes y efectivas.

El neoliberalismo ha sido el mayor azote de las clases populares, no sólo en nuestro país, sino que en todas partes donde se ha implementado especialmente en Latinoamérica. Es indispensable que los trabajadores seamos congruentes en razón de buscar la unidad para lograr las metas que como organizaciones sociales nos hemos trazado, además de poder impulsar cambios de fondo que permanezcan y contribuyan a un verdadero proceso de igualdad social.

PERSPECTIVAS_ Vacaciones justas por la dignificación laboral

Tras una profunda discusión, el pasado 3 de noviembre aprobamos por unanimidad en el Senado de la República una reforma histórica que duplica las vacaciones pagadas en el primer año para las y los trabajadores, pasando de seis a 12 días. Sin duda, fue un momento clave que fortaleció el compromiso de la actual administración con la clase trabajadora. Desde la Comisión de Trabajo y Previsión Social, que me honro en presidir, dirigimos nuestro interés y trabajamos estratégicamente para dar respuesta a la deuda social que tenemos con quienes verdaderamente producen la riqueza de nuestro país.

Esta reforma fue esperada por las y los trabajadores durante décadas. En nuestro pasado, el tema del descanso y el esparcimiento tomó importancia con un triunfo en los albores de la Revolución Mexicana. En 1911, desde el Departamento del Trabajo, creado por iniciativa de Francisco I. Madero, se reconoció el derecho a cuatro días de vacaciones pagadas por año, con el fin de calmar la tensión entre el gobierno y una clase trabajadora cansada de la injusticia y la indiferencia, que encontró apoyo en grandes intelectuales mexicanos precursores de la Revolución, como los hermanos Flores Magón. Sin embargo, tuvieron que pasar 59 años (de 1911 a 1970) para que este periodo de descanso aumentara a seis días. Por si fuera poco, el tema fue postergado durante otras cinco décadas, pues después de 52 años (de 1970 a 2022) el artículo 76 de la Ley Federal del Trabajo seguía sin modificación alguna, por lo cual este esfuerzo que logramos es monumental. Aquí, además, hay una clara muestra de que la deuda histórica con la clase trabajadora es profunda y requiere de todos nuestros esfuerzos para comenzar a subsanarla; por eso, hace unos días dimos otro paso sobresaliente en esa dirección.

El artículo 24 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma que todas las personas tienen derecho al descanso, a disfrutar de tiempo libre, a una jornada laboral razonable y a vacaciones periódicas pagadas. La situación económica y social de México se ha modificado enormemente desde 1970, por lo que en nuestro contexto presente, sólo seis días de vacaciones al año eran insuficientes para garantizar el cabal cumplimiento de este derecho. En efecto, la productividad de nuestra nación ha aumentado constantemente durante las décadas recientes, pero el esfuerzo de la clase trabajadora no ha sido contemplado.

En esa línea, garantizar vacaciones dignas es un asunto de justicia social y esta reforma es trascendental en ese sentido: sus beneficios llegarán a lo largo y ancho del país, además de contribuir activamente en la transformación de nuestra cultura laboral, pues ayuda a abandonar la idea injusta y perjudicial de que las y los trabajadores son máquinas que pueden laborar sin descanso. Para modernizar el mundo del trabajo en México no basta con emplear nuevas tecnologías y estrategias, también es necesario humanizar el modo en que abordamos lo laboral: las y los trabajadores merecen un descanso adecuado, no sólo por su impecable labor y productividad, sino porque son seres humanos con necesidades que van más allá de lo profesional.

Según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social, 75 por ciento de las y los mexicanos padecen fatiga por estrés laboral. Además, somos la nación latinoamericana con el menor número de vacaciones pagadas al año, por ejemplo, Brasil y Cuba tienen 30 días; Rusia, 28, y España, 22 días. La ausencia de reconocimiento a los trabajadores está afectando su salud todos los días y esta reforma tiene como una de sus finalidades mejorar su calidad de vida. Es relevante señalar que este fenómeno es más grave que un simple cansancio físico, cuya solución es una noche de sueño reparador. Por el contrario, lo que experimentan las y los trabajadores señala que su contexto laboral puede tener consecuencias irreversibles a escala sensorial, tales como alteraciones auditivas o visuales.

Asimismo, la salud mental se ve comprometida, pues el cansancio extremo puede producir una disminución en la memoria, la atención, el rendimiento intelectual, alteraciones en la percepción sensorial y la capacidad de reacción, así como incrementar la irritabilidad, agresividad y otras dificultades anímicas. Los síntomas y efectos de la fatiga impactan negativamenteel desempeño laboral y en la vida integral de las y los trabajadores: aumentar los días de vacaciones permite que las personas cumplan con otros objetivos vitales, como la recreación, compartir tiempo con sus familias y cultivar sus pasatiempos; para volver con mayor compromiso, energía y concentración a los espacios laborales.

No podemos permitir que esta práctica cultural virtuosa se preste a la explotación y el incumplimiento de los derechos laborales que permiten una vida digna. Garantizar un descanso adecuado es reivindicar un derecho humano que ha sido exigido por las y los trabajadores a lo largo de nuestra historia. En ese contexto, la reforma que se aprobó contempla no sólo incrementar a 12 días el periodo vacacional en el primer año, sino un aumento gradual de dos días por año hasta llegar a 32 días en total.

Desde el pleno del Senado mostramos, nuevamente, que alzar la voz en pro de la justicia y la dignidad es un acto revolucionario que rinde frutos positivos y sustanciales. Para profundizar la transformación que atraviesa el mundo del trabajo debemos apoyar activa y contundentemente la dignidad laboral, defendiendo la necesidad del tiempo de descanso y recreación para que las y los trabajadores desarrollen una vida personal y familiar, necesaria para la plenitud y la felicidad. Nuestra lucha continuará firme contra las lamentables condiciones en las que se encuentran millones de trabajadores, donde la explotación y la carencia de reconocimiento debilitan nuestro tejido social y producen daños graves a la salud de nuestro pueblo. Sumemos esfuerzos por la justicia, la prosperidad compartida y el bienestar para la clase trabajadora, sus familias y todos los mexicanos.

CON INFORMACIÓN VÍA LA JORNADA

Automatización, empleo y productividad

Por Eduardo Torres – @etarroyo

Se acerca la recesión global y posiblemente una depresión que la mantenga por un largo plazo, debido a una inflación permanente, a un conflicto energético-financiero que hace difícil la transición energética, a la guerra contra Rusia y China y la lucha de clases. Este escenario se plantea como una lucha por la hegemonía mundial de los Estados Unidos y aliados, para evitar el ascenso euroasiático a los que se acusa de la mala situación. Empero, la inflación impulsada por EE.UU. con las sanciones a esos países, seguida de austeridad-recesión tienen el objetivo de crear las condiciones para salir de la crisis del capitalismo. El verdadero problema que tienen frente a si las potencias económicas no es sólo enfrentar a Rusia y a China para ser los mandones del mundo, sino que tienen un bajo crecimiento económico acumulado de varias décadas, al igual sucede con la productividad; tienen, a la vez, una tasa de ganancia cada vez más baja y las nuevas tecnologías que se anuncian como las salvadoras automatizando lo más posible, no han resultado serlo hasta ahora y, más aún, presagian hundir más al capitalismo al crear menos empleos productores de valor. Así pues, una multicrisis en la que se juega hoy es el futuro del capitalismo, que éste sea hegemonizado por EE.UU. o no y aliados, es importante pero secundario. La razón es que el capitalismo occidental, si seguimos a Andrés Piqueras incumple con dos de las principales sustancias de su ser: la conversión de dinero en capital a lo que está obligado para vivir y la conversión de seres humanos en fuerza de trabajo asalariada, la mercancía que realiza el trabajo abstracto, lo que lo pone en un camino irreversible de decadencia.

Un tema relevante en este debate mundial es el tema del mercado de trabajo. La demanda de empleo está muy por encima de la oferta. Por consecuencia, los salarios, que nunca fueron causal de inflación, vuelven a ser llamados en este debate, al igual que las huelgas, las movilizaciones sociales y sobre todo los miedos del capital. Así pues, parte de la apuesta por la recesión de los países industrializados se dirige contra los trabajadores para volverlos a domesticar, lo que complicará la distribución de la riqueza, del ingreso y sobre todo a la lucha sindical. Como era de esperarse en esta crisis del capital los trabajadores, se encuentran en el centro y, para contrarrestar el impulso del capital, responden dentro de una lucha de clases. Los bancos centrales quieren moderación salarial y dejar que suba el desempleo. Quieren evitar una espiral de salarios-precios para preservar cierta flexibilidad en el mercado laboral y bajar la inflación sin desacelerar la economía y mantener el control económico. Los trabajadores buscan lo contrario.

Los dirigentes más conservadores del mundo occidental que están impulsando la recesión y la guerra quieren un nuevo siglo americano y no les importan las consecuencias, pues el capitalismo está sometido a una debilidad estructural a mediano y largo plazo con el desplazamiento tecnológico de mano de obra. El sociólogo norteamericano Randall Collins asegura que esto acabará con el capitalismo con o sin violencia revolucionaria. Se puede, nos dice, acelerar o controlar la crisis del mercado del trabajo, pero no se puede suspender o evitar y por consiguiente tendremos más desigualdades económicas y sociales. La mayoría de las economías avanzadas han experimentado una desaceleración de la productividad desde los años 70. Por ello, han bajado los salarios y modificado las condiciones de trabajo, obligando a los trabajadores a trabajar más para compensar la pérdida de ingresos y, paralelamente, han incorporado más tecnologías de la información, microelectrónica, robótica e inteligencia artificial bajo el supuesto de que junto con las medidas económicas implementadas, mejorarán los resultados económicos.

Sabemos que la misión histórica del modo de producción capitalista ha sido desarrollar las fuerzas productivas (tecnología y trabajo) para aumentar la producción de bienes y servicios y la manera de medir este desarrollo es por el nivel y el ritmo de cambio en la productividad del trabajo. Desde los años 70 el crecimiento de la productividad se ha desacelerado afectando la salud de la economía. Hay múltiples razones. Las más importantes giran en torno a la disminución de la inversión pues no se están obteniendo las ganancias esperadas y al giro capitalista hacia la especulación, el llamado capital ficticio que ofrece mejores beneficios que invertir en tecnología para fabricar bienes y servicios. La visión marxista tiene su propia interpretación donde aseguran que hay una caída tendencial de la rentabilidad del capital por lo que encuentran cada vez menos rentable invertir en nuevas tecnologías para reemplazar mano de obra.

El crecimiento de la productividad alcanzó su punto máximo en los 50 y retrocedió en las décadas siguientes hasta alcanzar los mínimos de ahora. El economista norteamericano Robert J. Gordon nos explica que esto se debió a que las innovaciones tecnológicas que contribuyeron al aumento de la productividad pertenecen al pasado y no al ahora. Dicho de otra amanera, el gran paradigma tecnológico que mejora la productividad, el que ha originado la revolución digital, ya rindió frutos y, por tanto, los robots, la microelectrónica, IA, etcétera no van a suponer nuevos cambios. Con estas tecnologías, contrariamente a promover y acelerar el crecimiento económico y la productividad, la economía mundial se desacelera. En términos marxistas podríamos decir que el capitalismo está exhibiendo señales de agotamiento como modo de producción. Según Gordon, las nuevas tocologías no están impactando en toda la población más de lo que ya hicieron la electricidad, los autos, los avances médicos, etcétera, así que no se puede esperar que el capitalismo digital aumente la productividad.

La automatización no es un fenómeno reciente. La sustitución de mano de obra humana por máquinas comenzó con la revolución industrial. Esta automatización consistió en máquinas controladas por el ser humano. La automatización que inició a finales del siglo pasado no sólo requiere menos mano obra, sino que pudieran reemplazarlo totalmente tal y como lo buscan los del WEF y las grandes empresas tecnológicas, las llamadas BigTech. Recientemente, personajes ligados al Foro Económico Mundial (WEF) como Yuval Noah Harari, junto con el planteamiento global del gran reinicio del capitalismo (Great Reset), plantean llegar al absurdo, esto es, piensan que se está avanzando en siglo XXI ante la certeza de con los avances tecnológicos cada vez se necesita menos población trabajadora, por lo que se debe avanzar en el desarrollo de nuevas tecnologías para que cualquier cosa útil que este realizando la población trabajadora se sustituido por tecnologías.  En estos se mantiene la idea capitalista de aumentar la rentabilidad sustituyendo mano de obra, lo que aumenta desigualdad salarial y social.

Ahora bien, hay posiciones dentro de los países de occidente que afirman que hasta ahora la evidencia no nos lleva a afirmar que la robótica y la IA crearán un futuro de completo desempleo, pero si tienen claro de que sí se genera un desequilibrio perjudicial socialmente no beneficioso. La automatización es un elemento importante para comprender la dinámica de la desigualdad. Para un grupo de académicos norteamericanos encabezados por Daren Acemoglu desde el MIT, que además son asesores de diferentes gobiernos, la tecnología moderna afecta los empleos de una manera particular. A algunos trabajadores los vuelve más productivos y a otros los reemplaza. Las tareas simples para un ser humano no lo son para la IA, por tanto, se requieren grandes cantidades de mano de obra para que la gente pueda interactuar en las redes. A ese trabajo podemos llamarlo fantasma porque no se ve. Empero, estas grandes cantidades de mano de obra no se pueden comparar con las contrataciones que hacían las empresas automotrices, por ejemplo.

Estos intelectuales del capitalismo ya se dieron cuenta de los efectos de las tecnologías actuales en la desigualdad y el desempleo tecnológico. Aseguran que buscar más beneficios con la automatización reduce el crecimiento de la productividad y exacerba la desigualdad, por lo que están buscando alternativas a esas consecuencias negativas. De entrada, este grupo de pensadores encabezados por Daren Acemoglu aseguran que estamos lejos de saber cómo la automatización afecta el funcionamiento de los mercados laborales. Dicen que esto no es inevitable, como así lo piensan los pensadores marxistas y los radicales conservadores junto con la BigTech y que, quizás, se puedan encontrar formas de producir tecnologías que mejoren el trabajo en lugar de innovaciones que lo reemplazan. Para ello, parten de diferenciar las tecnologías. Hay dice tecnologías facilitadoras y de reemplazo o sustitutivas. En el primer caso son las que aumentan las capacidades de algunos trabajadores y permiten realizar nuevas funciones con lo que se aumenta la productividad, esto es, tecnologías que ayudan a algunos trabajadores más que a otros. Para este académico este hecho genera desigualdad y la manera de contrarrestarlo es aumentar la oferta a trabajadores altamente calificados y a los que se encuentran en ocupaciones mal remuneradas.

Hay también, nos dice Acemoglu, hay tecnologías que reemplazan el trabajo en varias tareas robotizadas que antes realizaban trabajadores semicualificados y ocupaciones especializadas que se ejecutan con IA. Un punto importante, señala, es que estas tecnologías pueden reducir los salarios y causar desempleo tecnológico; sin embargo, los desempleados pueden encontrar ocupación en empleo de menor remuneración. Así pues, en cualquiera de ambas tecnologías, la facilitadora y la de reemplazo se termina, según Acemoglu, con alternativas que polarizan los salarios y empleo y, por tanto, causan desigualdad. Aun así, se pregunta, qué tan factible es automatizar los trabajos existentes al grado de polarizar al máximo empleos y salarios. La respuesta es que hay muchas tareas que no se pueden automatizar fácilmente y más si se ubican desde el punto de vista de la rentabilidad. Este punto es un factor muy importante que determina la valoración que se hace de costos beneficios a la hora de invertir.

A Acemoglu le preocupa que la automatización acelerada de las tecnologías digitales, la robótica y la IA penetre en la economía al grado que los trabajadores tengan cada vez más dificultades para competir con las máquinas y sus remuneraciones experimenten una disminución relativa o incluso absoluta. Por lo que insiste en buscar fuerzas compensatorias para lo que está en la búsqueda de comprender cómo y cuándo la automatización transformará el mercado laboral. La visión marxista no la consideran porque es pesimista, así que en esta búsqueda se apoya en el economista ruso Wassily Leontief para desarrollar su marco conceptual donde pone en duda que las nuevas tecnologías vayan a desaparecer empleos y piensa que al mismo tiempo que se automatiza hay que introducir tareas en las que el trabajo tenga ventajas competitivas y la mano de obra tenga mayor productividad.  Sabedor de que la tendencia comercial de la grandes tecnológicas que dominan el mundo es hacia más y más automatización y que el modelo BigTech no se basa en crear puestos de trabajo sino en automatizarlos, propone regular la tecnología para garantizar que los avances tecnológicos no afecten empleos. Si esto sucede, agrega, habrá un camino de crecimiento estable y equilibrado, con automatización y creación de nuevas tareas.

El capitalismo actual entre sus seguidores enfrenta a dos paradigmas contrapuestos, pero la realidad es que cuanto más se impone el paradigma de la automatización, los incentivos del mercado tienden a la favorecerlo dejando a un lado proyectos que se centren en crear nuevas tareas con una alta demanda de mano de obra. El mercado actual está dominado por las grandes empresas tecnológicas cuyo modelo de negocio está vinculado a la automatización. En estas empresas se concentra el grueso de la investigación en IA y han creado un modelo de negocio en el cual la eliminación de los seres humanos es un imperativo tecnológico y comercial. El Wall Street Journal publicó recientemente un artículo donde afirma que ante la escasez de trabajadores viene una oleada de robots. ¿escasez? Además, han logrado convencer a los gobiernos para que subsidien y exenten de impuestos a empresas para una automatización acelerada y el impulso a modelos similares al valle del silicón como un espíritu colonizador del mundo.  A pesar de hay opciones diferentes dentro del capitalismo hasta llegar a lo que algunos las han llamado la humanización del trabajo en la era digital, éste no ha sufrido ninguna ruptura. Se mueve en la misma dirección de siempre, pero ahora en base a máquinas de información en red impulsadas por la competencia. Así que, es importante regresar al enfoque marxista que pone atención a las transformaciones sociales de la modernidad capitalista en un escenario en el que los individuos se ven forzados al intercambio del producto de su trabajo bajo la forma de mercancía.

Tasa de ganancia mundial y trabajadores

Por: Eduardo Torres Arroyo – @etarroyo

La tesis de que hasta ahora la historia de la humanidad ha sido la historia de la lucha de clases respomde a una etapa inicial del capitalismo, cuando éste todavía no conquistaba a toda la sociedad. La lucha de clases que se desarrolló en base al trabajo no pagado y la expotación, pertenece a la teoría del marxismo obrero de cuando el capitalismo no estaba bien establecido. Esa etapa transformó a los trabajadores en sujetos dinerarios y jurídicos con pleno derecho, pero sin incorporar como parte de esa lucha a las categorías básicas de la modernización capitalista y no solamente una crítica a su distribución y aplicación. Para Marx la mercancía es la célula germinal de toda sociedad moderna y en base a ella cimenta la crítica a la sociedad capitalista. Dicha crítica fue descuidada por el marxismo obrero, lo que lo convirtió más que en los enterradores del capitalismo, en impulsores de su desarrollo, un marxismo sin revolución.

La lucha salarial por una justa distribución y mejores condiciones de trabajo, la lucha distributiva bajo forma monetaria, en realidad fue una lucha por integrarse plenamente  a la sociedad capitalista. La lucha de clases, podríamos decir la democracia en el capitalismo, ciertamente ayudó a controlarlo con un más equilibrado reparto de la riqueza, pero con el neoliberalismo, ésta alcanzó su límite histórico. La globalización es el capital sin ataduras, el régimen de capital en interés del capital. En base a ello, nos preguntábamos ¿si la lucha de clases ya no forma parte de las certezas obreras? ¿en base a qué podría terminar el capitalismo? ¿podemos reivindicar a Marx en la tercera década del siglo XXI?

Marx nos dejó consideraciones de una naturaleza diferente, como es la crítica a los fundamentos mismos de la modernidad capitalista. Así, llegó a la conclusión de que al ir sustituyendo trabajo humano como puro gasto de energía, lo que el llamó trabajo vivo o trabajo abstracto, por máquinas y tecnologías, trabajo muerto, la fuente de ganancia, el plusvalor, decae necesariamente. Por ello, podemos decir que el capitalismo posee una tendencia inherente a hacer innecesario y obsoleto el trabajo vivo, que es la sustancia fundamental para su existencia, por lo que tiende a destruírse así mismo. La escuela alemana del Grupo Krisis, sostiene que el capitalismo colapsará por su propia imposibilidad de seguir producuendo valor.

Marx como parte de la teoría del valor-trabajo, a esta autocontradicción le dio el carácter de ley y la llamó ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (LTDTG). Marx siempre consideró el modo de producción capitalista como un sistema mundial. A pesar de que todo análisis de medición debe basarse en las economías nacionales, es posible calcular la tasa de ganancia a través de los años y confirmar la ley. El modo de producción capitalista se ha extendido por la globalización lo que hace que el concepto a medir una tasa de ganancia mundial sea más realista. En base a varios análisis, es clara ahora una tendencia decreciente en la tasa mundial de ganancia. Durante el periodo neoliberal tuvo un aumento con la destrucción de los sindicatos, recortes del estado de bienestar y de los impuestos a las empresas, la caída de la URSS, la globalización y sobre todo la innovación en alta tecnología, pero se detuvo en los inicios del siglo XXI con una depresión que se conserva hasta la fecha alentada por la pandemia y la crisis del 2008.

La tasa de ganancia es el mejor indicador del estado de salud de la economía capitalista, incluso puede predecir con precisión y servir para los inversionistas a futuro ante la probabilidad de recesión o crisis. Según Marx la composición orgánica del capital —la relación entre el capital constante y el capital variable, la relación entre la masa de capital invertida en medios de producción y la invertida en fuerza de trabajo— es el factor determinante de la caída tendencial de la tasa de ganancia y la tasa de explotación es el factor principal que la contrarresta, dado que cuando hay más trabajadores explotados hay más ganancia. Algunos estudiosos de la economía dicen que esta ley está justificada empíricamente, pero, aún asi, se puede confirmar su validez; otros, afirman que se exagera su importancia para explicar la crisis del capitalismo, dado que hay muchas razones que lo pueden hacer; hay, dicen, muchas crisis que interactuan, por tanto, la caída de la tasa de ganancia puede ser sólo una de tantas.

Lo cierto es que para Marx los capitalistas compiten para aumentar las ganancias reduciendo los costos, particularmente los laborales, sustituyendo a cada vez más trabajadores. A través de la competencia, el capitalista se ve obligado a invertir para producir mercancías a un precio más bajo que sus rivales. Asi que, si se invierte más en maquinaria e infraestructura y menos en fuerza de trabjo, existe una tendencia a que la plusvalía o explotación del trabajo caiga y viceversa, esto es, cuando la composición orgánica del capital aumenta más que la tasa de explotación, la tasa de ganancia cae. Las materias primas y la energía consumida en la producción no crean valor, lo que hacen es transferir su valor a las mercancias. Las máquinas sólo aumentan la productividad del trabajo humano y permiten que la fuerza de trabajo se consuma con más intensidad, esto es, sin la fuerza de trabajo no se crea valor. Así pues, el sujeto moderno solo existe por y para la competencia capitalista.

Ahora bien, como Marx calificó la caída como una tendencia podemos entender esta es realtiva y, por tanto, hablar de que existe un límite absoluto al modo de producción capitalista no es tan definitivo.  Ante esa realidad, el capitalismo de manera ideológica busca no tener que admitirlo y también contarrestarla con diferentes mecanismos, que previó también Marx. Para compensar la reducción del valor de las mercancias tiene que expandirse rápidamente en todo el mundo, para vender más y más mercancias y condicionar a los humanos de acuerdo a ello. También es manejable siempre que la masa de ganancia esté aumentando, lo que requiere una mayor explotación o una disminución intencional de la cuota de ganancia. El capital realiza mayores inversiones con lo que la masa absoluta de beneficio aumenta o abarata el capital constante, lo que se logra con el aumento de la productividad en los medios de producción por encima de la productividad en su conjunto, es decir los bienes de capital físico se abaratan más de lo que se reduce la parte de la fuerza de trabajo. Si la tendencia es constantemente contrarestada, no significa que sea anulada.

Cuando el capitalismo entra en crisis, lo cual es muy recurrente, se detienen esos mecanismos compensatorios. En los Grundisse de Marx encontramos la consideración de que existe la posibilidad de que la compensación pudiera ya no ponerse en marcha nuevamente. En la teoría del valor-trabajo y como parte de ésta la LTDTG, existe la posibilidad de una caida total del beneficio y llegar a la absurda situación de que la sociedad entre en miseria. Situación que puede esquivar sólo con más que con más máquinas en lugar de más fuerza de trabajo. Los estudiosos modernos de Marx en el siglo XXI, particularmente los del Grupo Krisis, afirman que la revolución industrial de la microelectrónica nos está llevando a pasos agigantados a esa absurdidad, misma que se ha venido incubando desde mediados del siglo XX y que se ha expresado en desempleo masivo, bajos salarios, nula seguridad social, sobrepoblación o mucha demanda de trabajo, mayor deuda social y otras formas de miseria. Esto revela que la estrategia compensadora del capital está llegando a punto sin movimiento.

Ahora bien, hagamos una recapitulación. Como vemos durante largo tiempo la disminución del valor y por consecuencia de la plusvalia debido a menos aportación trabajo vivo, fue compensada y en algunos casos sobrecompensada por la expanción de la producción que llenó al mundo de mercancias y rebajó los salarios cuando se empezó a trasladar la producción a países de salarios bajos. Con el fin del fordismo se extinguió el modelo de acumulación basado en el trabajo vivo. Desde ese momento las tecnologías que no crean valor se han convertido en la escencia de la producción. Por consecuencia, como hemos venido afirmando, la cantidad absoluta de valor y por extención de pluvalía esta cayendo, lo que coloca en crisis a la sociedad basada en valor incluyendo a los trabajadores. Asi pues, ya no es la explotación el problema central al que hay que enfrentar, sino que el capitalismo está creando población superflua, no necesaria para la producción y, por ende, incapaces de consumir y, al mismo tiempo, personas, regiones y comunidades que tienen capacidad de consumir se están convirtiendo en islas en un mar de superfluos que ya no sirven para ser explotados.

El movimiento obrero en su lucha de clases obtuvo victorias importantes que lo llevaron a creer que el capitalismo podía ser domesticado. Las victorias seguiran sucediendo, más aún, cuando se ha generado una inflación que afecta el poder adquistivo del salario y que los paises quieren cargar el costo a los trabajadores. Los logros alcanzados con toda justicia por el movimiento obrero han mostrado que no van más allá de ser parte del capìtalismo contra el que luchan. Mientras planteamos estas ideas, el capital sigue obligándonos a permanecer en el conflicto salarial, de seguridad social y pensionario, para su beneficio ahora que está metido en un conflicto para mantener la hegemonía global de una manera unipolar.

La sociedad en la que domina la mercancia esta en plena decacencia, porque no tiene la posibilidad de distribuir la riqueza. Los progresos tecnológicos y en especial las aplicaciones de las microelectrónica y microinformática en la producción están reduccinedo de forma continua el trabajo vivo o abstracto. Por tanto, no es posible el retorno al pleno empleo, al keynesianismo y al estado de bienestar. No podrá haber nuevamente una prosperidad capitalista tal y como se anuncia en la cuarta revolución industrial, porque las tecnologías que reemplazan al trabajo vivo no pueden ser eliminadas de la producción capitalista. La tasa de ganancia cae en forma tendencial, o sea, no es permanente, pero al final se impone, a pesar de que despues del hundimiento de los socialismos de estado, el capitalismo le haya dado la vuelta a la sentancia marxista de los sepultureros y lo haya integrado en su repertorio.

La huelga que construyó puentes

Por Israel Quiñones

Está semana tuvo lugar un evento histórico en lo relacionado al mundo del trabajo y, por ende, al movimiento social de nuestro país. El estallamiento de la huelga en Telmex removió una serie de situaciones que abarcan desde la política, la economía y la percepción social de la lucha de clases; fue inevitable el ver al Sindicato de Telefonistas enfrentando al capital más poderoso de América Latina y a uno de los más grandes del continente. La clase trabajadora organizada demostró que la utilización de la herramienta de huelga sigue siendo efectiva y que el sindicalismo continúa siendo la manera más eficiente para defender los derechos laborales de las y los trabajadores.

Al estar siendo testigo y participe, no se puede evitar ese sentimiento extraño de las movilizaciones del pasado, hace 37 años que los telefonistas no hacían uso de esta herramienta de lucha y pareciera que los fantasmas de los antiguos huelguistas estuvieron presentes, atentos, alentando las arengas y sumándose al estallamiento de la huelga para la defensa de los derechos laborales plasmados en el Contrato Colectivo de Trabajo y, en cierto modo esta gran movilización de tamaño nacional abrió los ojos de los trabajadores oprimidos y presionados por la pandemia, por la inflación, por la guerra, por el neoliberalismo y el feudalismo digital.

Esta huelga duró 28 horas, mismas que los trabajadores afrontaron con gallardía, con valentía. Podrán existir criticas alrededor de las razones y el levantamiento de este estallamiento, que por algunos medios fue manejado como “paro” o, señalaban el que seguía habiendo servicio telefónico y de internet, sin embargo estos señalamientos fueron hechos desde la ignorancia de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión o simplemente fueron malas intenciones para tratar de desinformar en medio del movimiento, además de pasar por alto la decisión de los trabajadores sobre la defensa de sus derechos y la democracia que impera en las consultas realizadas por medio del voto personal, libre, directo y secreto emitido por la base, tanto para estallar la huelga, como para levantarla al alcanzar acuerdos a favor de los intereses de las y los telefonistas.

La mediación de la Secretaria del Trabajo y Previsión Social fue efectiva para alcanzar un acuerdo para la instalación de una mesa técnica tripartita que como resultado tenga una solución definitiva para las partes, con la que se mantenga la viabilidad económica, operativa y financiera de la empresa con el respeto irrestricto al Contrato Colectivo de Trabajo que ostenta el Sindicato de Telefonistas, de modo que, las partes logren reconstruir una relación obrero patronal eficiente y respetuosa.

Además, salieron a la luz de manera contundente argumentos que el STRM ha venido planteando desde 2017 acerca de la regulación del sector de las telecomunicaciones. Los modos ineficientes en que el regulador mexicano ha impuesto medidas asimétricas en una afectación continúa a la inversión para el despliegue y crecimiento de nueva infraestructura, para cumplir con la conectividad universal, asimismo de la forma en que la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión ha quedado como letra muerta ante los retos que el mundo ha comenzado a enfrentar para llevar la digitalización y conectividad a sus habitantes, pero que en el país se ha quedado entrampado para solventar las ganancias de las empresas en las manchas urbanas, dejando en el olvido a más de 35 millones de ciudadanos que habitan zonas alejadas en el México profundo, dejando claro que el mercado no resuelve las demandas sociales básicas.

Por otro lado, pero en la misma lógica la huelga de los telefonistas ha abierto los ojos a millones de trabajadores. Sí el STRM ha podido enfrentar al gigante de las telecomunicaciones, ¿por qué los trabajadores del país no se organizan para enfrentar a sus patrones y tener mejores condiciones de trabajo? Esto deja al descubierto que, si un sindicato es democrático e independiente, puede afrontar lo que sea y a quien sea a favor de los derechos de la clase trabajadora, además de mostrar a los ojos de la opinión pública que la lucha de clases está vigente y debe enfrentarse y ganarse por el bien del país.

Si hay guerra los primeros afectados son los trabajadores, si hay crisis económica los primeros afectados son los trabajadores, si los empresarios fracasan en sus proyectos y son rescatados por los estados, los únicos afectados son los trabajadores; estamos en medio de un momento histórico, donde el mundo está tomando caminos extraños. El cambio climático hace estragos en los ciclos hídricos, la escasez de alimentos y productos básicos se hace realidad y la inflación muestra sus colmillos más filosos al poder adquisitivo de las clases populares. La organización es fundamental para enfrentar estas realidades provocadas por los grandes capitales y que quieren someter a la población por medio de los organismos e instituciones mundiales como el Foro de Davos o el Fondo Monetario Internacional con políticas económicas neoliberales y excluyentes.

La clase trabajadora progresista debe tomar decisiones importantes que trasciendan más allá de las fronteras de su vida interna. El Gobierno debe de atender y caminar a lado de la clase trabajadora y campesina, de modo que, las políticas laborales y económicas retomen ideas de colectividad. La influencia del empresariado debe de limitarse y abrirle más espacios a las clases populares, pues de esto es lo que la izquierda progresista se ha alimentado y crecido, la congruencia será fundamental en los próximos días.

El acuerdo que los telefonistas hicieron con la STPS como mediadora y con Telmex como contraparte, tiene una vigencia de 20 días hábiles para su resolución, hay que estar atentos e impulsar el escrutinio público en esta importante y trascendente negociación que, sin duda alguna, marcará a la 4T en su política laboral, sindical y patronal.

La huelga como herramienta para mantener la dignidad

Por Israel Quiñones

Las huelgas son una herramienta que usan los trabajadores como último recurso ante los abusos patronales. Las grandes movilizaciones de la segunda mitad del siglo pasado que dieron forma a un sindicalismo más fuerte y digno, están envueltas con un halo de misticismo, son adornadas con las anécdotas de camaradería, de solidaridad y también del señalamiento del esquirolaje.

El Sindicato de Telefonistas cuenta con un amplio anecdotario de huelgas. Hace poco más de 35 años que está organización no enfrenta una situación de características tales que le empujara a tomar la decisión de estallar una. El pasado 19 de junio, la Asamblea Nacional de Representantes tomó la decisión de retomar la vieja tradición de lucha por medio de este instrumento jurídico y político que representa un sacrificio, pero también es la mejor oportunidad de conquistar derechos laborales que, de otra forma los dueños del capital le niegan a la clase trabajadora.

Las condiciones de los nuevos procesos de trabajo en la actualidad, independientemente de la empresa o sector productivo o de servicios, depende en gran medida de la digitalización y de la evolución tecnológica, pero estos beneficios que la creatividad y la innovación ponen al servicio de la humanidad son tomados por el capital y lo usan para abaratar y precarizar al empleo.

El sindicalismo ha sido estigmatizado por los grandes consorcios de la comunicación, mismos que dependen de los grandes capitales para subsistir, por ello, todo lo que represente una amenaza para las estrategias económicas y de acumulación son crucificadas en los altares del capital neoliberal; sin embargo, el sindicalismo real y democrático continua siendo la herramienta más efectiva para que la clase trabajadora pueda defender, mantener y conquistar derechos laborales que beneficien el diario quehacer de las y los trabajadores, esto es una amenaza para el capital.

Paul Mason en su libro “Postcapitalismo” relata como un CEO de Samsung en el marco del Foro de Davos en el año 2015, señala enérgicamente que de seguir permitiendo que los trabajadores se organicen en sindicatos o, se continué con la seguridad social tal y como se mantiene, el capital no logrará crecer y desarrollarse como debe. Este pequeño atestiguamiento del pensamiento neoliberal nos deja claro que la estrategia del capital se basa en el sometimiento y explotación de la clase trabajadora, por ello, la automatización es una opción de desaparecer a los gremios y trabajadores.

Con los telefonistas algo similar ocurrió, pues, en síntesis, la empresa quiere desaparecer la jubilación del Contrato Colectivo que ostenta este Sindicato y a pesar de que Grupo CARSO se comprometió a respetar este Contrato Colectivo desde que adquirió Telmex, hoy dice que el costo de dicho Contrato afecta sus finanzas. Solamente que omite una realidad muy oscura y desvergonzada, ya que las decisiones tomadas por la administración de Telmex han ido por el camino del desmembramiento, puesto que antes de la separación funcional impuesta por el Instituto Federal de Telecomunicaciones, la tenedora de Telmex, el gran gigante de las telecomunicaciones América Móvil, emprendió una serie de escisiones que partieron a la empresa privatizada en 1990, esto con el único fin de quitar a los trabajadores acceso a utilidades, contrataciones por medio del Contrato Colectivo y por ende, precarizar el empleo por medio de la subcontratación de filiales pertenecientes a empresas terceras del mismo Grupo de interés económico o en su defecto, pertenecientes a amigos del dueño.

La decisión de estallar una huelga no es sencilla, es un estresante proceso de análisis y consensos que no tiene otro fin que el bien común de los trabajadores organizados, pero que, para mantener sus conquistas sindicales vigentes tienen que luchar y sacrificarse por medio de esta herramienta.

La retención de pagos, la falta de prestaciones, vacaciones, incapacidades y demás aspectos que vienen con el trabajo son truncados durante la huelga. Lo complicado de una huelga no es estallarla, es levantarla.

La conciencia de clase no se adquiere por generación espontánea y por ende, la decisión de prescindir de salario y prestaciones durante el movimiento de huelga no es cosa fácil, pero este dolor se aminora con la solidaridad y la unidad, por ello, el sindicalismo fortalece al trabajador y lo engrandece.

La mitología que envuelve a los liderazgos sindicales del siglo XX no se construyó de la nada, se produjo a partir de las huelgas, se difundió por el tesón y la resiliencia de los trabajadores, hoy los Telefonistas vuelven a tomar su destino en sus manos, deciden estallar una huelga para defender lo más básico de la dignidad humana, para crear un futuro para los que vienen, para defender una vejez digna de los que fueron y para defender la estabilidad y bienestar de sus familias.

¡Que Viva la huelga!