Opinión

El show de la política en los debates

Por Israel Quiñones – @IsraelQDigital

Con el inicio de las campañas electorales, tenemos también este fenómeno mediático que se da con la transmisión de debates. Según la autoridad electoral, se trata de una forma en la que los ciudadanos nos podemos enterar de las propuestas que los candidatos vierten en este espacio transmitido por televisión, radio e internet.

La realidad, es que se trata de un evento mediático del cual, los noticieros pueden extraer contenido. Los debates, se han convertido en un “espectáculo”, en el cual se resaltan los ataques entre candidatos o momentos chuscos que se pueden dar por el nerviosismo de estos.

Lo que menos se consume en los debates son propuestas, además de entender que un debate en este tipo de formatos, no genera realmente un cambio de opinión en el elector, son posturas dedicadas los militantes de los partidos representados, ni trata de fomentar la participación democrática de la ciudadanía, sino que es un mega spot en el que aparecen todos los participantes a la elección.

El proselitismo de las campañas electorales cuenta con la realización de los debates, esto sin importar el puesto que este en juego, ya sea la máxima magistratura estado, tal como lo es la presidencia o una diputación local.

Actualmente, un debate político sólo funciona para establecer claramente los posicionamientos partidistas, ideológicos y políticos de los candidatos. Es prácticamente imposible que en medio de la contienda electoral y en un debate transmitido en multiplataforma, uno de los candidatos cambiara de opinión, convencido por los postulados ideológicos de su contraparte o en todo caso, que la audiencia que generalmente se congrega afuera de los estudios donde se lleva a cabo este tipo de eventos, cambie su apoyo a otra u otro candidato después de escuchar su ponencia.

Los debates políticos en épocas electorales no sirven para lo que se supone que están diseñados y es que, por lo concerniente a la negociación política del formato, estos eventos, (califico estos debates como eventos y no como ejercicio político a propósito) terminan siendo inútiles, derivado de que cada partido apuesta por cuidar la integridad política de su candidato, por lo que el mensaje que este emita hacia el auditorio es lo de menos, se trata de hacerlo ver bien vestida o vestido,  peinado y maquillaje impecables, tener la postura correcta ante las cámaras y una buena iluminación.

La sociedad del espectáculo queda evidentemente exhibida en las pantallas digitales. Es una cultura política guiada por el marketing implantado por los asesores de comunicación de los candidatos. Es más importante la imagen que el mensaje o la convicción política, es más trascendental firmar documentos con sangre que el documento o compromiso plasmado en el papel.

La disposición original del debate debería ser la de comparar ideas y proyectos; sin embargo, se termina convirtiendo en un show de la relevancia de un evento deportivo o un programa especial de cantantes amateur como los que producen las televisoras mexicanas en formato de concurso, para que los participantes luchen encarnizadamente por el favor y simpatía del público.

Los debates son pues, una actividad perteneciente al proselitismo partidista. Son diseñados para que logren mantener entretenida a cierto tipo de audiencia, especialmente a los militantes partidistas, a esos que ya están convencidos del candidato que representa la fuerza política a la cual pertenecen y los cuales, no van a cambiar de opinión, mucho menos su voto.

La mayor parte de la sociedad queda excluida de estos eventos, ya que las peculiaridades antes mencionadas son irrelevantes para el grueso de la población. Podría realizarse un ejercicio significativo en otro tipo de términos y formato. La idea es construir una democracia participativa y sólida, para ello es necesario reflexionar sobre el formato actual de los debates políticos en nuestro país.

No solamente es la manera en que se abordan discusiones públicas, sino que, se abordan temas de interés nacional como plataformas electorales, por lo que, no hay una propuesta de solución clara a la problemática transectorial. Además, nos encontramos atrapados por la falta de parría en el discurso, los políticos terminan convirtiéndose en sofistas de la palabra, terminan cayendo en la peor tentación del político: prometer lo que sabe que no va a cumplir.

Mientras que el país se encuentra sumergido en una importante transformación, el marketing de la política se aferra a prácticas sucias, las cuales, si han tenido evolución hacia lo digital, de manera que la red se ha convertido en un fructífero campo de batalla, pero que, a la vez, es un gran campo de ganancias económicas para quienes trazan la estrategia de manejar las plataformas digitales de los candidatos.

Tengamos en cuenta que somos los consumidores de las batallas políticas, que somos quienes van a decidir el destino de la dirigencia de nuestro país, asimismo, quienes vamos ser los beneficiados o perjudicados de las políticas que el próximo gobierno impulse, para lo que, debemos ser responsables de nuestras elecciones en la política.

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