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OPINIÓN_ La sabiduría del soberano

Por Omar Hernández

El resultado avasallador de las pasadas elecciones del 2 de junio fue un mensaje poderoso de la gran mayoría de los mexicanos: mujeres y hombres, a lo largo y ancho de México y varias partes del mundo decidieron ratificar el movimiento de la Cuarta Transformación iniciado por el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, y que será continuado por la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo a partir del 1º de octubre de 2024 hasta el año 2030. Dicho resultado fue tan contundente para la coalición encabezada por Morena que permite condiciones inmejorables para hacer realidad el “Plan C” de López Obrador, con el cual podrían aprobar reformas relevantes que quedaron pendientes en su sexenio; esto gracias a la mayoría calificada conseguida en la Cámara de Diputados y a que quedaron a sólo dos escaños de lograrlo en la Cámara de Senadores.

Estas votaciones son históricas por diversas razones, destacando que es la primera vez en la historia que una mujer, Claudia Sheinbaum, asume la presidencia de México; Sheinbaum contó con un respaldo de casi 36 millones de votos en una participación de poco más de 60 millones de hombres y mujeres en todo el país, la más alta que se haya presentado en México; además, hubo una diferencia de casi 20 millones de votos con la candidatura en un lejano segundo lugar de Xóchitl Gálvez Ruiz, quien representó a la coalición de oposición conformada por el PRI, el PAN y el PRD – conocido también como PRIAN –, partidos cuyas ideologías políticas y sociales, por lo menos en la teoría, hacían impensable que pudieran coincidir en una contienda electoral, terminando también la agonía de un PRD desdibujado y sin identidad.

He tenido la oportunidad de leer y escuchar a expertos y periodistas que analizan lo que originó este resultado; entre ellos, puedo mencionar (y recomendar) las opiniones de Alejandro Páez Varela, Álvaro Delgado, Sabina Berman, Fabrizio Mejía, Jesús Escobar, e incluso del propio presidente López Obrador. El diagnóstico es común: por una parte, la mayoría de los mexicanos, convencidos del cambio que ha representado la administración actual e informado mediante el inédito y eficaz ejercicio de las conferencias mañaneras, votó por la profundización del proyecto de la 4T y lo ha fortalecido con mayorías importantes en el Congreso; un voto de reivindicación y de identificación. Por otra parte, se expresó el rotundo rechazo a regresar a un modelo de gobierno diseñado para privilegiar a una minoría de élite y al discurso que subestima la capacidad que tiene el pueblo de México para tomar decisiones, pretendiendo engañar al electorado con campañas de miedo, con una intensa guerra sucia contra sus adversarios, con la designación de una candidata que nunca cumplió con las expectativas que prometían sus promotores, y con desinformación en una gran cantidad de medios tradicionales y digitales, con lo cual se buscaba imponer la narrativa de una falsa y clasista sociedad civil, dirigida en los hechos por uno de los grandes oligarcas de este país que contaba con la complicidad de los dirigentes del PRIAN; un voto de castigo y, más aún, de repudio.

Llama la atención que figuras destacadas – si así se les puede llamar – de la oposición recurrieron a las peores prácticas en la búsqueda de impulsar a su candidata, acuñando frases tales como “la verdad ya es irrelevante”, “mientras más mentiras digas contra Morena, mejor te va” o la sugerencia de una “guerra sucia, pero sucia en serio…”; lo anterior, fue acompañado de la utilización hasta de concesiones de radiodifusión y de una campaña millonaria en redes sociales con el objetivo de desacreditar al gobierno en turno y generar una tendencia artificial de supuesto malestar social generalizado, convencidos de que esta promoción masiva los llevaría al resultado que esperaban y creyendo ingenuamente que “X” – antes Twitter – reflejaba el sentir de todo el país. El resultado es algo que quienes estuvieron tras estas campañas todavía no alcanzan a entender, digerir o reconocer, pero que puede explicarse en una pequeña frase conocida y expresada habitualmente por el presidente: “Tonto es el que piensa que el pueblo es tonto”.

Existen personas que están genuinamente convencidas, y otras engañadas, de que este gobierno y el recién electo nos llevarán a ser un país comunista – aunque no sepan lo que es –  , o bien, un nuevo Cuba, Venezuela o Nicaragua, y están en todo su derecho a pensarlo y a manifestarlo con total libertad; sin embargo, también es cierto que la gran mayoría decidió, de forma libre y democrática, mantener un modelo de gobierno que ha representado un cambio en su manera de ver su entorno, o la política nacional, o incluso una nueva esperanza que puede ejemplificarse con la disminución de la pobreza de casi 9 millones de personas en nuestro país, reduciéndose un 16% de acuerdo con una medición realizada por el CONEVAL el año pasado. Con todo y los asuntos pendientes por resolver, la realidad y la historia respaldan a la 4ª Transformación, y el grado de politización de los mexicanos, así como la falta de autocrítica en las oposiciones, indicarían que la línea política prevalecerá por muchos años más, pero son la voz y el voto de la gente los que deberán materializar esta predicción; el tiempo lo dirá.

Un escenario similar se ha presentado al interior del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana en medio de sus elecciones nacionales, ya que un grupo muy pequeño de compañeros se ha dedicado a atacar el proceso democrático que llevamos al interior de nuestra organización, con formas y modos que son muy semejantes a las de la oposición del gobierno actual: mentiras, insultos a diestra y siniestra, campañas de miedo y hasta victimización con una supuesta represión al ser desmentidos, han sido parte de su estrategia para hacerse notar. Sin embargo, la realidad es muy distinta a como la pinta esta oposición; basta con recordar que, a partir de un acuerdo emanado de la reciente Convención Nacional, todos los telefonistas a nivel nacional fueron consultados si estaban de acuerdo en que el actual Secretario General, el Co. Francisco Hernández Juárez, participara para encabezar la planilla de los trabajadores para el 2024, utilizando el voto personal, libre, directo y secreto como una herramienta democrática y que ha sido practicada por el STRM durante muchos años, incluso desde antes de que se estableciera en la propia Ley Federal del Trabajo. El resultado fue inequívoco: la enorme mayoría de los agremiados respaldó la continuidad del proyecto actual liderado por Hernández Juárez, reconociendo el trabajo al frente de la organización y la visión que ha permitido enfrentar los escenarios que ha atravesado el Sindicato de Telefonistas a través de su historia reciente, incluyendo hasta una huelga.

A pesar de este resultado, la disidencia no está contenta, y se ha acercado a diversos medios y figuras políticas para exponer su molestia tras el registro fallido de su planilla roja; eso sí, omitiendo mencionar las razones que motivaron la decisión de la Comisión Nacional Electoral. Y es que en un informe detallado, la Comisión refiere el incumplimiento de una serie de requisitos por parte de dicha planilla y su solicitud para omitirlos, destacando la presentación de compañeros jubilados en carteras que estatutariamente deben corresponder a compañeros activos, la entrega de firmas duplicadas, insistir en la presentación de integrantes que no cumplían requisitos y la inscripción de compañeros que no deseaban participar con ellos, utilizando incluso una fotografía tomada discrecionalmente de sus redes sociales. En pocas palabras, su planilla, aunque solicitó la aplicación estatutaria estricta, incumplió los requisitos mínimos para pasar a la siguiente etapa e incluso solicitó que la Comisión Nacional Electoral omitiera algunos requisitos para registrarla, y dudo que esto lo hayan referido a las personas y a los medios a quienes acudieron para quejarse.

Resulta también paradójico que este mismo grupo de compañeros – en casos cuya reputación e intenciones son bien conocidas – haya solicitado el apego estricto al estatuto, pidiendo al mismo tiempo facilidades para que su planilla no quedara fuera y pudiera competir. Tratan de ganar desde el exterior lo que no pueden ganar en el interior, en el corazón, en las entrañas, en el núcleo de la organización; así pues, carecen del respaldo, de la legitimación, del reconocimiento de quienes son auténticos soberanos y en quienes radica el poder de la decisión: me refiero a las y los telefonistas.

Esa es justamente la mezquindad y la falta de escrúpulos que ha caracterizado a las oposiciones: No importan las formas utilizadas, ni las ofensas lanzadas, ni las mentiras dichas, ni el lodo en el que se ensucien, ni enfrentarse a lo asumido por la mayoría de las mujeres y hombres que votan por un proyecto; lo que les interesa es imponer su narrativa a toda costa, aunque esto signifique desacreditar la decisión y manera de pensar de los demás. Me parece que este último es un error crítico, y es parte de su derrota moral… cuando pretendes engañar a la gente para imponer una ideología, creyendo que la mayoría carece de la capacidad de razonar sobre sus convicciones, en la realidad te engañas a ti mismo y quedas reducido a un término menor, por pensar que el pueblo o la base es tonta, y esto pone a cada uno en su justo lugar.

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