Por Eduardo Torres Arroyo
El pueblo de México forzó un cambio de rumbo en el 2018 y lo ratificó en 2024. No fue algo espontáneo como si la historia comenzase ahora o como si no hubiera una herencia histórica. Por la vía electoral se pudo poner de pie nuevamente nuestra historia y poner un grado más a la crisis del neoliberalismo. La enajenación que causó el neoliberalismo con la idea que nuestro futuro dependía de la adopción del modo de vida occidental donde debería prevalecer el incremento de la competencia sin ataduras, la productividad y el ascenso social por méritos, no pudo llegar a ser un proyecto totalizador que pusiera fin a la historia. Lo que si logró fue un empobrecimiento del trabajo y del pueblo, la hegemonía del capital financiero, inestabilidad recurrente, un Estado para defender esos resultados y, sobre todo, anular silenciosamente lo fundamental de la democracia. Para justificarlo pusieron de cabeza las relaciones ideológicas de la sociedad mexicana con la afirmación propagandizada que el pueblo es el único responsable de su suerte.
Aun así, el pueblo tiene memoria y sabe que hubo un momento cuando la revolución mexicana se forjó con una visión de pueblo que inició con una polarización frente la oligarquía porfirista. Por lo tanto, sabía por fuentes del pasado que era posible hoy construir una visión de pueblo en esas mismas condiciones. Esa visión se mantuvo encubierta porque la revolución se institucionalizó cerrando la posibilidad de que hubiera líderes que se interesaran sobre de su situación, le preguntaran sobre sus demandas insatisfechas y el cómo, en conjunto, se podían cristalizar todas ellas. Curiosamente fue el neoliberalismo quien ayudó a liberarnos de la institucionalización en la que había caído la revolución mexicana y también quien les abrió la posibilidad de una salida popular cuando ya abiertamente se vio envuelto en crisis sistémica de estancamiento, deuda y desigualdad que lo acompañó desde su nacimiento.
La falta de partidos y sindicatos que vieran por el pueblo, ya que, primero se corporativizaron y después interiorizaron el ideal neoliberal como un proceso natural, no impidió que esa visión de pueblo desapareciera. Esto significa claramente que la lucha de clases que se mantuvo en el tiempo a pesar de los grandes esfuerzos del neoliberalismo por anularla. Las huelgas disminuyeron, pero no desaparecieron, aunque, al mismo tiempo, se redujo la afiliación y la confianza a los partidos y a los sindicatos. Ante los huecos que dejaron estas ausencias, fue el mismo pueblo quien reaccionó y empezaron a multiplicarse de manera natural movimientos de marginados en protesta por demandas insatisfechas de diferente tipo. El neoliberalismo no tuvo paz desde sus inicios pues se fueron encadenando diversas expresiones en contra de él de diferentes tipos incluyendo la electoral. Gracias a que se mantuvo la lucha de clases surge un fenómeno de un pueblo reconciliado y sin antagonismos que se le ha dado llamar populismo. No es pues casual que el pueblo se haya expresado mayoritariamente en las votaciones realizadas con seis años de diferencia de una manera tan contundente.
Estos diferentes movimientos terminaron por solidarizarse por lo que Ernesto Laclau llamó la lógica de la equivalencia. Esta pluralidad de demandas termina por establecer entre ellos una relación de identidad popular. Empero, es hasta que surge un líder que se viene a completar la ecuación que generara un proceso de identificación popular con un carácter político, tal y como ha sucedido en lo que se ha dado en llamar 4T. Con esa ecuación es que se pudo recuperar ampliamente esa visión de pueblo que no había dejado de expresarse, pero sin un proyecto común. El miedo que surgió contra AMLO en realidad es contra el pueblo levantado, aunque sigan sin reconocerlo como un ente político. Este es un proceso histórico actual muy rico y muy aleccionador, ante el cual los gestores del neoliberalismo y las oligarquías nacionales están excepcionalmente desorientados pues siguen en el pensamiento único.
El miedo al pueblo y su incomprensión se explica aún más por las acusaciones de los intelectuales orgánicos respaldados ampliamente por oligarquía nacional y extranjera, que afirman saber con certeza que que los votantes pertenecen a un pueblo ignorante que no entiende la complejidad del mercado. Esos dos elementos si los desglosamos nos indican con toda claridad el espíritu del momento actual y que la 4T al adelantar las trincheras ha terminado por hegemonizarlo. También nos indican que la oligarquía y sus intelectuales orgánicos no han entendido el porqué este cambio de rumbo pudo agrietar al neoliberalismo iniciado hace 36 años. Cierto, no se ha roto aún y será muy difícil llegar a ese momento, pero lo que sí se está haciendo es multiplicar las grietas como se aprecia en las inquietudes que ha causado la reforma judicial y la desaparición de algunos de los Órganos Constitucionales Autónomos.
Esto no implica que estén muertos y derrotados. Alrededor de la reforma judicial han elaborado para su defensa un gran rompecabezas formado con un criterio político no jurídico, para evitar la mayoría calificada y con ello impedir las reformas planteadas por el gobierno de la 4T o cuando menos bloquearla. Este acertijo contiene una serie de acciones que incluyen torcer las leyes como se intenta hacer en la SCJN con una discusión sobre contradicción de criterios o desde los juzgados bloquearla, incorporar en la discusión a los principales órganos empresariales que acordaron impulsar ese tema para forzar un pacto que tienda a minimizar los cambios y, finalmente, demandar la participación de organismos y gobiernos internacionales con una clara intención intervencionista con amenazas muy propias del imperio en el punto de las relaciones económicas y la migración.
Ante esta estrategia desestabilizadora hay elementos que son estructurales que favorecen este cambio de rumbo iniciado por la 4T y que contrarrestan los criterios políticos que está usando la oposición, elementos que no debemos despreciar. Un punto fundamental es que no sólo el capital y sus perros y lacayos, sino en general la oposición nacional y extranjera carecen de capacidad de actuar colectivamente, lo han intentado, pero sin mucho éxito. No todos los integrantes del poder judicial están de acuerdo, por lo que han tenido que recurrir a los estudiantes de derecho de diversas universidades. La marea rosa ha disminuido sustancialmente y los medios de comunicación han contraído su influencia. El pueblo sabe de qué se trata con esta estrategia y se ha mantenido al margen de las demandas del poder judicial.
Hay que considerar, que si bien la reforma al poder judicial que ya está adelantada en en el Congreso de la Unión, todavía le faltan varios meses para que llegue a su fin, por lo que tendremos un largo periodo de inestabilidad que le proporcionará grandes oportunidades a los oligarcas. Pensando en ese tiempo que falta que sería de aproximadamente de un año, los medios de comunicación están haciendo ajustes ante su pérdida de credibilidad. A sus principales cartas las están distribuyendo en diferentes medios para ampliar el mensaje y llegar a audiencias mayores. Se habla de despidos, pero en realidad no se puede creer que vayan a cambiar de estrategia, pues los supuestamente despedidos ya aparecen en otros medios, diciendo lo mismo. Por lo pronto, en las redes sociales y en los medios tradicionales incentivarán su estrategia de distracción y de entretenimiento para que la gente se escape de la realidad. Por ello, es acertado que el Segundo Piso de la Transformación haya decidido continuar con la estrategia comunicativa del actual sexenio e informar todos los días. Por lo que hay que considerar que esto nos exigirá una constante improvisación y de estrategia para no convertir este cambio de rumbo en una crisis como nueva normalidad, una crisis que no será transformadora.
La oposición se ha obsesionado con la “irresponsabilidad de la 4T” que tratan de satisfacer a un electorado potencialmente ignorante. Insisten como Aguilar Camín de que su diagnóstico es correcto en el sentido de que por su ignorancia nunca entenderán que vamos hacia el autoritarismo. En esa ofuscación no entienden que fueron desplazados por un movimiento social que actúa para transformar los canales de participación política. Un movimiento que no responde a los conceptos tradicionales de participación política partidista que tiende a romper las reglas del juego e impulsa un cambio de rumbo.