Opinión

Etapa de debates electorales

Por Eduardo Torres Arroyo

Nuevamente el INE se ha visto rebasado por la oposición o porque no quiere darse por enterado de lo que está pasando. A estas alturas del proceso electoral de 2024 ya todo está dicho y se ve que nada va a cambiar; aún así, el INE tiene que seguir las normas establecidas, por lo que ha convocado a tres debates presidenciales, no dos como lo exige la ley. Tiene que mostrar que todavía existe y decirnos que esto no se acaba hasta que se acaba. Sin importar que esta larga campaña tiene ya un elector definido por alguno de los tres candidatos(as) y que los indecisos, sector al que la oposición apostaba fuerte para cambiar las diferencias, cada vez son menos. El show debe seguir, aunque lo mejor sería que el árbitro pitara el final, aunque estamos en el minuto 75 o la sétima entrada o el tercer cuarto, lo que nos lleva al punto de que es necesaria una modificación de la ley electoral.

Creemos que ante la realidad de que todo está dicho, escrito o filmado, los debates no traerán nada nuevo. Veremos nuevamente del lado de la oposición que los beneficiarios de los programas sociales han sido engañados, que no sabían que era un derecho constitucional y que la mayoría pensó que eran un regalo de López Obrador. De ahí pues la solicitud de Xóchitl Gálvez (XG) al INE que él sea quien informe que nadie les quitará esos beneficios, voten por quien voten. Según las encuestas en las que la oposición considera vendidas porque están hechas según quien paga, se ha encontrado que la probabilidad de votar a favor de Claudia Sheinbaum Pardo (CSP) aumenta entre los beneficiarios de los programas sociales y disminuye entre los que no son beneficiarios, por tanto, consideran que sea el INE el que les dé a los votantes la información correcta. Para Aguilar Camín eso es una obligación legal.

A pesar de que el INE se ha negado a tomar la petición como propia y criticar el uso indebido de su logotipo, sigue actuando frente a la 4T sin cambios, nos sigue mostrando un INE neoliberal. Se ha negado a dar una posición sobre la exagerada campaña en redes sociales contra la el presidente y la candidata de la 4T donde se les acusa de relaciones con el narco. Hay especialistas que han demostrado cómo se ha producido tal campaña y las grandes cantidades de dinero invertidas, que no puede provenir más que de la oposición. Tampoco ha expresado una posición clara ante el discurso sexista contra CSP. Su “instructor”, se refieren a AMLO, dice algo y lo sigue al pie de la letra sin contradecirlo. Afirman que no sabe otra cosa que no se repetir lo que dice el “amo”. Para la científica son más persuasivos los temas del presidente que las pruebas mismas. La científica se niega a sí misma pues no reconoce el imperio de los hechos y es incapaz de ajustar sus juicios a evidencias. Como vemos pues no se augura nada novedoso en los debates.

En el INE están en el punto de investigar la solicitud de un magistrado del TEPJF sobre si el libro último de AMLO viola la ley electoral; también, han estado limitando las expresiones del presidente porque suponen que al defenderse o hace su derecho de réplica, utiliza un medio público pagado con recursos públicos, lo que violatorio a la ley. Empero, como buenos defensores de la razón neoliberal, piensan que la oposición si puede atacar a la 4T porque lo hacen desde medios privados pagados con dinero privado. Como si ese dinero no fuera producto del trabajo de todos los mexicanos, como si no fuera producto de la explotación y, por lo tanto, también es de todos. Vivimos pues todavía en la razón neoliberal que produjo un INE parcializado y que la correlación de fuerzas interna y la presión de la oposición le impide responder imparcialmente. No ve el uso ilegal de las redes sociales para atacar el proyecto de la 4T y sí limita al presidente.

Los debates electorales se han convertido en uno de los mecanismos de comunicación en la contienda electoral. Sus impulsores aseguran que aportan elementos relevantes sobre propuestas e ideales de los candidatos(as). Tienen la ventaja de que pasan en tiempo real y ello permite observar comportamientos, lucidez, rapidez de respuesta, conocimiento de temas, etcétera. El formato que se adopte, asegura, es muy importante para poder influir en el proceso. El modelo estadunidense ha sido copiado por la mayoría de los países donde se realizan debates presidenciales y han evolucionado conforme cada país. Ahora bien, los debates no vienen solos y ahí es donde dejan de ser debates para convertirse en un espectáculo político.

Hay, como en los espectáculos deportivos que prepararlo minuciosamente con la vigilancia del INE para que tenga el impacto que se busca en el proceso electoral. Se crea un escenario que impacte visualmente, se contratan especialistas para recopilen preguntas y las organicen, se determinan tiempos de exposición, de réplicas y contrarréplicas y se escogen moderadores a modo quienes seleccionan las preguntaas.  Además, hay un pre-debate donde los especialistas nos informan de qué puede suceder y, finalmente, un post-debate donde esos mismos especialistas norman la opinión pública resaltando lo que sucedió en el debate muy de acuerdo a sus intereses y nos dicen quien ganó y quien perdió. Más que un debate entre candidatos, más que una discusión política sobre el futuro de un país, lo que hay es un espectáculo mediático donde hay muchos jugadores e intereses, donde la gente, el verdadero elector, sólo debe recibir lo que los expertos dicen, solo los técnicos especializados nos ofrecen, como en el mercado, uno o dos productos políticos a escoger.

El debate político-electoral podría ser una herramienta clave para mejorar la vida democrática. En nuestro país una cosa así se intentó por Francisco J, Mújica en la sucesión de Lázaro Cárdenas. Experimento que no fructificó ni pudo continuarse. Aun así, no deja de ser un buen momento, para que representantes políticos y candidatos puedan exponer sus propuestas, visiones y defender sus posiciones sobre temas de interés público. Sin embargo, en la actualidad, esta práctica ha evolucionado, convirtiéndose en un espectáculo político y mediático que busca más afianzar el posicionamiento de intereses que el intercambio de ideas. Los debates políticos, de algún modo, aspiran a informar y contrastar ideas y propuestas entre candidatos. Sin embargo, en la era de los medios de comunicación y las redes sociales, estos eventos son aprovechados para conquistar votos a través de la exposición mediática y la construcción de percepciones. Lo que nos hace dudar de que efectivamente tengan un impacto determinante en el electorado.

La relación forzada entre la fase neoliberal del capitalismo y la democracia terminó en 2018. Fue un proceso lento y gradual, no se produjo ningún golpe, las elecciones y sus debates siguen realizándose, los medios de comunicación siguen expresándose libremente; sin embargo, la lucha de clases cambió de abajo hacia arriba. La democracia está redistribuyendo los frutos de la economía y la política no se puede comercializar o cuesta más trabajo y dinero hacerlo. Por ello, los gobiernos que no atiendan las reivindicaciones democráticas de protección y distribución, corren el riesgo de perder el apoyo del electorado. En esta etapa de debates electorales, es importante la decisión que han tomado los candidatos de la 4T de priorizar la comunicación directa cara a cara y a ras de tierra para hablar con las comunidades, percibir su verdadero sentir. Donde habrá la posibilidad de diálogo entre los candidatos y los electores, más allá de los grandes medios de comunicación y de los debates que no nos pueden mostrar más de los que estamos viendo día a día.

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