Por Israel Quiñones
Después de un largo debate sobre el papel de los medios de comunicación en la campaña electoral que culminó el pasado 2 de junio, se ha exacerbado la hipocresía de algunos personajes que no tienen mayor bandera que, el de hacerse con el poder inmediato.
Enrico Malatesta, anarcosindicalista de principios del siglo XX, decía que el rebelde no tiene la intención de cambiar algo, sino que simplemente desea cambiar su rol de oprimido a opresor. Esto se puede ver en distintos ámbitos, sobre todo en la política, donde el fin primordial puede cambiar según los deseos del abanderado.
La democracia es un sistema valioso, por lo tanto, hay que cuidarla, enriquecerla, promoverla, compartirla; sin embargo, no es un modelo estático e inamovible, es un sistema que logra transformarse y cuenta con diversas posibilidades para ejercerse de forma adecuada, pero que debe ser enfilada a beneficiar la mayoría que consensa por medio del voto a favor de lo que piensa es mejor para todos.
La transición no es la única forma que existe para ejercer la democracia. Estados Unidos se ufana de ser la mejor democracia del planeta y aunque cada 4 años cambian de personaje en su presidencia, los derechos de la mayoría se siguen vulnerando, no hay políticas públicas eficientes que logren reducir el número de personas sin casa o la crisis del fentanilo, le echan toda la culpa a los migrantes y eso les da un extraño consenso por medio de un Colegio Electoral que no cuenta el voto de cada persona, sino el valor de cada Estado de la Unión.
Por otro lado, tenemos a China, un país que ha sido acusado de no contar con una alternancia democrática. Sin embargo, China cuenta con un Partido que en 40 años ha sacado a 900 millones de personas de la pobreza, por medio de políticas públicas efectivas y eficientes se ha transformado en la principal potencia tecnológica, su economía centralizada y diseñada por el Estado ha logrado mejorar la calidad de vida de las y los ciudadanos y el Partido Comunista está obligado a tomar decisiones por medio de consensos multitudinarios, para después ponerlos a consideración de la ciudadanía por medio del voto. ¿Qué democracia prefiere usted?
La desesperación de no lograr consensar o convencer a las bases, ha llevado a algunas y algunos personajes a buscar el apoyo político afuera del Sindicato de Telefonistas. Lo que no pudieron ganar por medio del actuar político y tampoco lograron ganar en las urnas, quieren ganarlo en la mesa, reconocen que los trabajadores no los quieren oír, pero no quieren preguntarse por qué, no hay una reflexión y es que, no cuentan con un proyecto político claro, solamente cuentan con la estrategia del “quítate tú para ponerme yo”, la cual fracasó a nivel federal, pues, es la misma que uso la oposición de Morena y bueno, el resultado ya lo conocemos.
Lo único que válida la permanencia de un líder al frente de cualquier proyecto político, es la base. La legitimidad en democracia se da por medio del voto y la participación de los electores y en su caso, los resultados y proyectos que se ofertan a la base y que le convencen de apoyar a dicho proyecto.
El Presidente López Obrador ha dicho esto, de hecho, en diversas ocasiones ha expresado su opinión sobre la democracia al interior de los Sindicatos. Asimismo, entiende que las organizaciones sindicales tienen una vida propia interior, por lo que, sus declaraciones van en el camino de que el gobierno no interviene en estos procesos, ya que, los trabajadores son capaces de decidir sus dirigencias y son parte de un pueblo sabio.