Definida está la sucesión del 2024. La mayoría de los analistas y comentaristas de la oposición y no coinciden en que va a ser difícil que el partido Morena pierda la elección presidencial. La irrupción de Xóchitl Gálvez por las razones que quieran, significó para la oposición al gobierno un aire de esperanza para obtener un número de votos que le permita negociar y evitar que el Plan C de gobierno se cumpla, pero no todavía para ganar la presidencia. Ante esta realidad se busca realzar los hechos de violencia criminal que están aconteciendo en estos días, para crear incertidumbre entre los votantes y esperar que no voten por Morena y les otorguen su voto al Frente Amplio por México (FAM). El argumento central es que la capacidad del gobierno es inexistente frente a la sobrada capacidad de la delincuencia organizada y lo cierran arguyendo que, ante ello, el gobierno está buscando un pacto con el crimen organizado, que llaman de complicidad, para salir del problema como sea, lo que conduce, según la oposición, a todas partes menos a la legalidad.
Ganar presencia y desprestigiar al gobierno con un problema que los gobiernos del PRIAN dejaron crecer al plegarse a la estrategia establecida por los estadunidenses, solo le podemos llamar cinismo. Fueron ellos los que pusieron las bases de la situación que estamos viendo ahora, su evolución y cambios para adaptarse a las nuevas situaciones. La delincuencia organizada que tenemos hoy frente a nosotros es producto de un proceso natural que al no ser confortados adecuadamente tiende a evolucionar. La situación beligerante que muestran inició producto de defensas o resistencias al Estado depredador y represor neoliberal, aunque no lo racionalicen de esa manera o estén influidos por los medios de comunicación, al final encontramos una ruptura social y cultural.
Por lo que resta del año y hasta las elecciones del 2024 que serán las más amplias de la historia de México, estaremos viendo una intensa lucha política donde se incentivará la incertidumbre como arma política o se desincentivará dependiendo de quien lo haga. El objetivo de la oposición es presentarnos un horizonte borroso cubierto de niebla espesa. Incertidumbre sobre la inseguridad pública, la violencia del crimen organizado y no se diga los temas recurrentes como el desempleo, la economía estancada, etcétera. Para ello los medios de comunicación tradicionales y digitales, los comentaristas y los programas noticiosos de radio y Tv serán fundamentales. Sabemos que éstos han perdido mucha credibilidad, pero tienen una audiencia cautiva que quieren mantenerla contra el gobierno y orientar a la que no tienen seducida en esa dirección. Estamos pues frente a una violencia totalitaria tal y como se ha inscrito a lo largo de los siglos en las sociedades de la modernidad.
Critican al gobierno de López Obrador por haber hecho casi nada contra la violencia más allá de la militarización del país, por lo cual tenemos mucha inseguridad. Esa afirmación que es difundida profusamente para tratar de convencer a la gente carece de un verdadero análisis del fenómeno, solo denuncian para desgastar. Tampoco realizan una autocrítica, en tanto que el modelo que se defiende es el principal productor de violencia. Esto nos indica que no saben las causas del fenómeno de la violencia o las ignoran, por lo que en realidad estamos frente a una actitud falsa o mera politiquería. Para el francés Michel Wieviorka que se puso a estudiar el cómo salir de la violencia como fenómeno social, político, delincuencial y criminal, considera que se sabe menos de la salida que de la violencia misma. A lo largo de su estudio establece que salir de la violencia a menudo tarda mucho tiempo, por lo que se vuelve un proceso largo y caótico. Nos plantea lo complejo del problema al afirmar que la culminación del proceso de salir de la violencia está muy alejada en el tiempo del fin de la violencia propiamente dicha.
En 2018 se abrió una fase para salir de la violencia criminal y delincuencial que terminó vinculada a la violencia política, iniciada de manera irresponsable para legitimar un fraude en el sexenio calderonista. Esta fase, si seguimos a Wieviorka, puede durar varios años, más allá del actual sexenio, tiempo en al cual se deben hacer los arreglos necesarios para resolver las causas. Llegado ese momento, se abrirá una segunda fase, donde se reparen los efectos sociales e individuales que causó la violencia. Hasta entonces se podrá hablar del fin definitivo. Analizar y entender el fenómeno demanda una acción jurídica, política y ética, exige trabajar en varios terrenos colindantes. Entendido de esa manera, esto es, como un proceso largo y en dos etapas, el narcotráfico, acompañado de tráficos criminales de todo tipo, puede ir de la mano de la estrategia de la derecha para golpear y desgastar al gobierno. Como de hecho así está pasando. Por tanto, pues, toda crítica, en este caso, es exagerada e irresponsable y, por lo mismo, insignificante.
No podremos salir de la violencia si no hay una comprensión puntual y precisa del proceso que nos condujo a la violencia. Nuevamente Wieviorka parte de la tradición clásica, donde, desde el principio de la modernidad, se estableció que la violencia es inseparable de la violencia legal que ejerce el Estado, donde hay un monopolio legítimo de la violencia. La época de la globalización neoliberal en la que vivimos en el siglo XXI, rompió esa idea tradicional. Primero la globalización neoliberal debilitó al Estado y lo orientó hacia funciones propias del mercado, lo que en términos de seguridad pública generó un vacío y un desorden. La privatización de la economía con un Estado débil alentó la privatización de la violencia. Mantener al Estado a distancia del mercado para diversificar las actividades económicas, pervirtió el uso legítimo de la fuerza. El Estado mexicano en esa situación de debilidad y deterioro tomó la vía de la violencia conta la violencia, mucho alentado por los estadunidenses y su industria armamentista, lo que motivó a ciertos actores como el narcotráfico y otras actividades no legales a organizarse fuera y, en muchos casos, contra el Estado, lo que generó violencia local y más tarde nacional e internacional.
La oposición cegada por las duras pérdidas que ha sufrido desde 2018 y que esto podría continuará por lo menos seis años más, no quiere entender que, independientemente que ha perdido derechos, ese es un fenómeno que debemos enfrentar juntos en el país. El gobierno está en la estrategia de recuperar el monopolio de la violencia y la oposición quiere impedirlo. Negociar por la fuerza, disuadir con la Guardia Nacional para acabar con la violencia no es pactar con el crimen organizado, no es convertirse en un narco-estado. La delincuencia organizada al observar el conflicto político que sucede entre los políticos piensa que el momento de seguir ganando terreno continúa y está formando bases sociales para ejercer violencia política contra el Estado, violencia que bien puede convertirse en terrorismo. El paso de la criminalidad a la violencia política se está efectuando en zonas devastadas por la desinversión y el desastre económico como lo estamos viendo. La oposición a López Obrador debe repensar su estrategia de utilizar la violencia a su favor.