Opinión

Del Ecuador al sindicalismo, la batalla cultural y mediática va.

Por Israel Quiñones

Se puede observar por medio de la pantalla del celular o de la computadora, a un tipo muy serio, formal, con traje oscuro, camisa blanca y corbata oscura que, a pesar de ello hace un contraste elegante. Un fondo azul con rojo lo envuelve y un escritorio claro que hace una buena combinación en los colores que se alcanzan a captar.

Este hombre habla directo a la cámara, con una seguridad que no deja lugar a dudas de lo que dice al micrófono de solapa, el hombre que se asume como periodista serio, con su narrativa legitima la victoria electoral del candidato presidente del Ecuador, Daniel Noboa. No queda lugar a dudas de este hecho, a pesar de que la candidata opositora correista, Luisa González ha denunciado una suerte de irregularidades graves durante la jornada electoral, actos que van desde estados de excepción, hasta el cambio de última hora de puntos de votación.

Ecuador estuvo a punto de caer en una crisis política importante; sin embargo, los medios de comunicación corporativos entraron a tiempo a legitimar lo que realmente tiene un tufo inmenso a fraude electoral. Ningún presidente vecino del Ecuador puso en duda el triunfo de Noboa, ni Boric, ni Lula se pronunciaron en contra de las irregularidades, ni exigieron la presentación de las actas electorales, tal y como lo hicieron en el caso venezolano a pesar de que, el colegio electoral ecuatoriano se encontraba lleno de militares encapuchados, asunto que los periodistas y medios de aquel país no se molestaron en señalar para la observación de sus audiencias.

Sólo Gustavo Petro salió decir que no estaba conforme, que contaba con información que demostraba las graves faltas antidemocráticas del presidente candidato ante la oposición. Hasta la Organización de Estados Americanos (OEA), salió a pronunciarse con preocupación de este proceso electoral. Lo mismo hizo la Presidenta Sheinbaum en México, la cual aseguró que su gobierno no retomará relaciones diplomáticas con el Ecuador mientras Noboa, un empresario nacido en Miami, Florida, se encuentre al frente del gobierno de su país.

Lo más irónico de este asunto radica en el papel que los medios de comunicación han jugado. Ya sean medios nativos digitales o corporativos tradicionales, tal y como el que describimos en los primeros párrafos de la cadena de televisión ecuatoriana “TC”, misma que fue tomada en enero de 2024 por un supuesto grupo de terroristas; sin embargo, está cadena fue de las primeras en pronunciar el triunfo irrefutable de Noboa apenas una hora de acabado el proceso electoral.

Los medios de comunicación han asumido, gustosos, el papel de legitimadores políticos. Sus representantes se han convertidos en voceros del poder y de ser esos que colocan la corona del nuevo gobernante, del campeón de la democracia liberal en las regiones donde su poder de alcance en audiencias les permita difundir lo más posible la nota que, les deje ser los primeros en “quedar bien” con el nuevo o en este caso, el continuador de la ejecución del reparto de presupuesto público.

A nivel mundial podemos observar dos crisis en los medios de comunicación. La primera es una económica, esto derivado del nuevo modelo de negocios nacido con las redes sociodigitales, aspecto que ha puesto en jaque a los grandes medios tradicionales, especialmente a las televisoras. Esta crisis lleva viéndose desde 2008, al punto en que, datos publicados por la asociación de periodistas de España (FAPE), muestras que del periodo que abarca de 2008 a 2014 se perdieron más de 11 mil empleos en los medios de comunicación en la península ibérica.

La otra crisis que enfrentan los medios tradicionales es quizá la más grave, ya que trata de la credibilidad. La encuesta estadounidense Gallup demuestra que, en 1972 7 de cada 10 ciudadanos confiaba en la prensa; sin embargo, en 2016 los resultados arrojan que sólo 3 de cada 10 cree en lo que publica la prensa tradicional. Esto demuestra que en las últimas 5 décadas se ha pasado de un 72 por ciento a un 32 por ciento de la confianza en la información emitida por los medios tradicionales.

Sin lugar a duda, las plataformas digitales han absorbido buena parte de las audiencias que buscan información con mayor credibilidad y veracidad, sin embargo, no en todos los casos esto suele satisfacer la realidad o en su caso, reforzar la calidad informativa, la cual queda mutilada derivado de un fenómeno que se colocó en la palestra internacional en 2016. Y es que, durante la primera campaña de Trump a la Casa Blanca, Cambridge Analytica rompió con toda confiabilidad en los medios digitales.

La velocidad con la que las nacientes “Fake News” se difundían, así como la capacidad de fragmentar a las audiencias en mercados perfectamente definidos para la recepción de cierta información, dieron el banderazo de salida para la era mediática de la “posverdad”. Palabra que fue denominada “la palabra del 2016” por el diccionario de Oxford, empero, esto va más allá de una simple palabra, sino que, el accionar de los medios nativos digitales se enfocó en este concepto que, no es otra cosa que la relevancia del sensacionalismo y falsedad de los medios y su producto informativo.

Los políticos liberales, más que los medios entendieron que esta fórmula era el oro escondido al fondo del cajón. Por su parte, los medios y comunicadores asumieron que este nuevo modelo de negocio era sumamente eficiente y productivo, pues al no tener que seguir la rigurosidad del periodismo tradicional, el personal empleado sería mucho menor al que un medio tradicional necesita para comprobar, editar y generar un producto informativo satisfactorio. En este modelo la verdad es irrelevante, pues lo que realmente importa son las vistas y el tráfico, además de la fuerte injerencia política que el mensaje sin rigurosidad, además de colocarse en el blanco que les proporciona el dar con una audiencia que, por medio de prejuicios está de acuerdo de antemano con el emisor correspondiente.

Este modelo de entretenimiento informativo ha sido la meca de la mercadotecnia política posmoderna. Personajes como Calderón, Milei, Noboa, Bukele, Musk o las ultraderechas europeas han comprendido que la difusión de rumores o mensajes no corroborados periodísticamente son tan eficaces como lo eran los “cables de última hora” o emisiones especiales correspondientes a una tragedia, tal y como lo fue el 11 de septiembre en Nueva York.

La atracción que genera el morbo, el “salseo digital” (chisme), se han convertido en una herramienta de difusión eficiente y efectiva. Mientras más sensacionalista sea el título de las miniaturas en YouTube, mayor el número de la audiencia. Ahora sí que, “todos le entran al mame”, ya que, esto representa ingresos económicos por medio de las plataformas digitales, además de acumular un grado insospechado de influencia mediática, aspecto que no ha sido nada despreciado por la clase política hambrienta de difundir sus mensajes, mismos que pudieran intervenir en el cambio de opinión de un 5 por ciento de la población según datos de la universidad de Yale desde 1948, presentados por el investigador y psicólogo, Paul Lazarsfeld.

Las afectaciones sociales pueden ser importantes y profundas, tal como está ocurriendo en la Argentina, donde su presidente Javier Milei, un personaje salido de programas de televisión matutinos, identificado por crear polémicas resueltas a gritos durante su aparición al aire, se encuentra en una seria crisis económica con una reciente devaluación de su moneda ante el dólar superior al 78 por ciento y esto gracias a que grupos mediáticos como Clarín, propiedad de la familia Noble Herrera y empresas como el grupo Macri-SOCMA, propiedad del expresidente de derecha, Mauricio Macri. La conveniencia política de las élites siempre buscará a un burro que les permita mantener sus privilegios, además de mantener el poder de la narrativa a su disposición.

Volviendo al Ecuador, nos encontramos que el supuesto ganador de las pasadas elecciones se ha sentido acorralado y por ello, los Mass Media (Medios Masivos) han sacado a relucir que un grupo de sicarios mexicanos ha llegado a su país para asesinarlo. ¿Por qué tenían que ser mexicanos los sicarios? ¿Por qué no israelíes o estadounidenses o ucranianos? Que son de los mejores del mundo en su tarea. Es probable que el mensaje de duda emitido por la Presidenta Sheinbaum desde la tribuna mediática que le permite la conferencia mañanera, haya asestado un golpe importante, esto demuestra que la izquierda mexicana ha sabido como usar el aparato mediático a su favor; sin embargo, la narrativa nacionalista de Noboa va a intentar combatir este mensaje, ahora con eso de que “mexicanos” lo quieren despachar.

En este punto nos debe quedar la reflexión de que la derecha puede darse el lujo de la creación de narrativas mediáticas con base en la posverdad, sin embargo, la izquierda no puede permitirse mentir, engañar o despilfarrar su capital político de audiencias. Esto complica la batalla cultural y discursiva en los medios, en los alcances y en la veracidad del periodismo que puede o no ejercerse, así como la capacidad política de comunicar y difundir un mensaje.

Por mucho tiempo la izquierda no supo o no quiso entender como comunicar. La auténtica izquierda que surge del sindicalismo, pues es la organización de la clase trabajadora a favor de sus derechos, no entendió la manera de comunicar sus logros o luchas a la sociedad. Hoy los intentos por comunicar eficientemente el pensar de la clase trabajadora puede ser una realidad gracias a los medios nativos digitales; sin embargo, los embates en contra del sindicalismo han sido efusivos y potentes, ya que, estos llevan años emitiéndose en los medios tradicionales.

A diferencia del político profesional, el sindicalismo tiene un discurso y un fin muy bien delineado, un fin claro, el cual es la defensa y bienestar de las y los trabajadores; sin embargo, malos líderes han sido la causa de una incredulidad mediática en los sindicatos. Algunos que han surgido de mano de la 4T, han sido más perjudiciales que los viejos tradicionales líderes corporativas, por lo que, la labor del sindicalismo independiente y democrático se complica al momento de impulsar su tarea de comunicación.

Es importante caer en cuenta que, como parte de los movimientos sociales progresistas, los sindicatos no pueden darse el lujo que se da la derecha de mentir. El sindicalismo debe asumir la responsabilidad de emitir un mensaje y narrativa informativa con veracidad y rigurosidad propia del periodismo bien ejercido. Si antes no lo hizo, hoy debe plantearse la posibilidad de reforzar sus espacios de comunicación social como áreas de prensa, que entiendan la necesidad de fortalecer el mensaje político acompañado de información útil para la sociedad que pueda y quiera consumir sus productos mediáticos. Los sindicatos al igual que la izquierda deben aprender a comunicar con eficiencia y eficacia.

Estando sumidos en la era tecnológica de la posverdad, la desconfianza se ha convertido en el pan de cada día en las audiencias, aunque, paradójicamente una especie de sectarismo narrativo surge en las profundidades de las plataformas digitales, las televisoras, las radiodifusoras y los periódicos. Sólo le creemos al líder de opinión que identificamos, a pesar de su clara y enfática declarativa de preferencia política y de negocios.

La batalla cultural y de la narrativa son una realidad innegable, es momento de que la clase trabajadora dé la suya desde su trinchera mediática.

 

 

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